Esteban Ramírez habla rápido y en el choque de sus palabras hay cierta electricidad. Por momentos se detiene unos segundos: por el rabillo del ojo mira la pantalla en diagonal suya. En ella se proyectan trozos de su nueva película mientras su editora trabaja en el montaje. “Quite los créditos, esa toma no va”, le dice, luego se voltea y continúa con la entrevista.
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