Incluso antes de haber visto
Las hijas, de la directora costarricense-panameña
Kattia G. Zúñiga, tenía el presentimiento de que me iba a gustar.
En primer lugar, porque me causó admiración saber que este primer largometraje había sido el proyecto apasionado de su realizadora a lo largo de
nueve años, a partir de una experiencia de su propia vida, y ya solo eso me predispuso a apreciar la trama por su vínculo con el corazón de su creadora, una mujer cuya carrera cinematográfica me parecía una constelación de talentos y pericias, ya que,
además de directora, productora y actriz, Kattia puede contar entre sus labores el ser guionista, sonidista, bailarina del galardonado grupo Danza Abierta, y licenciada en terapia física, y me parecía que todo esto no podía sino enriquecer la visión de una película ya de por sí sumamente personal.
En segundo lugar,
Valentina Maurel,
con quien tuve el honor de conversar previamente este año con motivo de su largometraje Tengo sueños eléctricos, me describió Las hijas como una película honesta,
que lograba retratar la adolescencia sin la condescendencia o el paternalismo que, por lo general, suelen acompañar este tipo de producciones, en que las y los protagonistas son personas jóvenes, apenas atravesando el vertiginoso umbral que, de alguna manera, marca un antes y un después entre la infancia y la adultez, y que han llegado a conocerse con el nombre seguro de coming of age.
Cuando por fin logré verla, comprendí que la descripción de Valentina, ahora también
distribuidora de la película por medio de Tres Tigres Films, no podía ser más acertada: Al conocer a las hermanas Marina y Luna, tan similares como son diferentes en cada sentido, tan unidas como son divididas, y acompañarlas en su odisea desde Costa Rica hacia Panamá con el objetivo de encontrar a su padre, a quien no han visto en muchos años, me pareció que lejos de ser un espectador, era un miembro más de la expedición, y que estaba siendo testigo de cómo estas personas reales, en su viaje de descubrimiento, de formar nuevas relaciones, interactuaban con un mundo tan real y cercano al mío que a veces podía ser casi doloroso. A pesar de su brevedad y la relativa sencillez de su trama, Las hijas es un relato cargado de complejidad, en una manera similar en que la vida real puede ser compleja, que no siempre tiene “héroes” ni “villanos”, y donde las circunstancias no suelen resolverse en una estructura de tres actos, pero que de todas formas puede ser tan apasionante (incluso más) que cualquier ficción.
Al conversar con Kattia y Valentina sobre los detalles de la película, así como las implicaciones que conlleva el realizar cine centroamericano de esta naturaleza, me fue más claro que nunca que nuestro país, y nuestra región, está experimentando uno de los auges audiovisuales más impresionantes de los últimos años, y el rol innegable de tantas directoras que lo hacen posible.
Valentina, esta es la primera película distribuida por Tres Tigres Films a Costa Rica. ¿Cómo ha sido el paso de ser directora, guionista,
productora, a también distribuidora? ¿Qué ha sido lo más desafiante y también lo más gratificante?
Valentina: Creo que lo que sucedió es muy simple: Mi colega, Felipe Cordero (que es el productor de Tengo sueños eléctricos desde Costa Rica) y yo decidimos producir la película, y pensamos que, a partir de ahí, era lógico también distribuirla, y fue distribuyéndola que nos dimos cuenta de que esa parte no era tan sencilla, que traer una película costarricense a las salas ticas no es algo tan evidente como puede parecer. Y puede sonar como algo que se hace de manera natural, pero la realidad es que cuesta mucho competir con las películas hollywoodenses que se programan en las salas o incluso con las películas de cine de autor que pueden venir de Estados Unidos o de Europa y que tienen más recursos para promocionarse. Esto nos pareció… tan aberrante, que sentimos necesario traer más películas a Costa Rica, sabiendo ya más o menos cómo funcionan las cosas, y cuando vimos la película de Kattia en el Festival de Cine de Guadalajara, nos pareció indispensable que la pudiéramos programar en Costa Rica para que el público la descubriera.
Kattia: Ha sido muy valioso para nosotros, porque la etapa de distribución es algo que… Una sabe que la película se tiene que distribuir, pero lo cierto es que para ese momento una viene con la energía bajando, por todo el esfuerzo que se le ha puesto a la película antes, y el sentirme acompañada en este proceso por personas que se muestran interesadas en el cine de una manera tan honesta y que, además, saben cómo hacerlo, es súper valioso para las y los cineastas que quizá sentimos que no tenemos la energía para hacerlo por nuestra cuenta, como te tocó hacerlo a vos, Valentina, que autodistribuiste tu película. Sí, es un trabajo súper demandante y se agradece muchísimo estar bien acompañado en esta etapa; creo que es súper valiosa la labor de Tres Tigres.
Valentina: También quería decir que cuando vimos Las hijas, nos gustó mucho porque nos pareció un retrato muy honesto de la adolescencia y la sororidad, al no idealizarla, pero sí hablar sobre ella de forma más compleja, y sobre la ausencia de un padre sin caer en el drama “solemne”, sino combinando la ligereza del verano, las amistades, el descubrimiento de la sexualidad, con esta ausencia paterna como algo muy propio de este momento de la vida que es la adolescencia, en el cual todo parece estar en un mismo nivel de importancia.
Pero más allá de eso, también nos gustó la película porque nos pareció que era coherente con sus ambiciones; es decir, que responde más a la necesidad de contar una historia personal y retratar un momento de la vida que de hacer cine por hacer cine, porque a veces siento que en los países de Centroamérica, nuestros países en que no hay tanta industria, hay gente que imagina que hacer cine es reproducir los modelos del cine hollywoodense o de autor europeo, y se ponen a jugar con efectos especiales o hacer cine muy ceremonioso para un público europeo, y siento que estamos saliendo de ese paradigma, y que Las hijas viene a agregarse a otra serie de películas que se han hecho que hablan de forma muy distinta sobre la juventud costarricense y centroamericana, como
Medea de Alexandra Latishev, Aurora de Paz Fábrega, o incluso Tengo sueños eléctricos, y que van a seguir habiendo más pelis de este tipo, entonces creo que nuestro objetivo es que la gente las vea, y así generar un público para un cine que nos sea más cercano y nos represente mejor.
Kattia, cuando tuve el honor de conversar con Valentina sobre Tengo Sueños Eléctricos, una de las primeras cosas que le pregunté fue cómo se sentía de ver su película llegar a cines nacionales luego de haber tenido tanto éxito en festivales internacionales, y viendo que Las hijas también ha tenido una acogida triunfal alrededor del mundo, quisiera preguntarle a usted lo mismo.
Pues, se siente muy bien. Yo siempre digo que esta película, a pesar de ser una coproducción entre Panamá y Chile, se gestó en Costa Rica, porque obviamente soy costarricense, la historia es sobre dos chicas costarricenses que viajan a Panamá, y bueno, tiene mucho de Costa Rica, en ese sentido. Y siento que sí es como que el círculo tenía que cerrarse presentándola aquí, no solo por el público, sino también por las familias de las personas que participaron, porque las actrices han sido súper importantes en este proyecto, sus familiares han estado especialmente involucrados, y me hace muy feliz que la puedan ver y disfrutar. Además, la lectura del público costarricense también me causa mucha curiosidad, el saber cómo responderán a esto que les estoy presentando, porque como decíamos al principio, manejamos los códigos más cercanos, entonces también me gustaría ver cómo lo perciben.
Este es su primer largometraje luego de un proceso de formación en el cual ha trabajado en distintas áreas. ¿Cómo siente que todos sus años de trabajo previo contribuyeron a sus funciones como directora de un proyecto más grande y, por decirlo de alguna manera, más personal?
Pues sí, todo suma. Quizá nunca he sido mucho de aspirar a crear la carrera de actriz, o la carrera de sonidista, sino que, desde un nivel personal, siempre me he sentido curiosa por ciertas áreas y trato de explorarlas hasta donde tenga la posibilidad de hacerlo, y bueno, la dirección fue una de esas cosas en las que yo empecé a trabajar de manera muy ingenua, debo decir, porque fue hace nueve años que empecé a escribir esta historia y no tenía la menor idea de todo el trabajo que iba a requerir terminarla, pero siento que el estar activamente involucrada y colaborando en otros proyectos, me ayudó a enfrentar mejor las distintas cosas que se me presentaban durante el rodaje, el desarrollo y la edición de la película, y con eso me refiero a todo: Estudié terapia física y danza antes de trabajar en el medio audiovisual, y creo que incluso esas cosas me han sido muy valiosas a la hora de trabajar y colaborar creativamente con otras personas.
El hecho de que la película se desarrolló a través de nueve años me parece admirable, sobre todo porque la historia parte de su experiencia personal. ¿Cómo se mantuvo animada a través de esa casi década? ¿Cómo fue el proceso de evolución a lo largo de nueve años y qué tan similar es a la idea original?
Bueno, creo que los ánimos se mantuvieron precisamente porque no fue que en diez años solo me dediqué a esta película, creo que de haber sido ese el caso, sí habría sido más desgastante y hubiera estado mucho más ansiosa. Pero como he estado participando creativamente, quizá no desde la dirección, pero en otros roles y en otros proyectos, pues siempre lo tuve a un lado sin la ansiedad de pensar: “¡Nunca se va a hacer!”. Estaba también concentrada en otras cosas, entonces nunca perdí el ánimo de seguir; más bien, la evolución del proyecto también ayudó, porque justamente empezó a evolucionar a partir de que empecé a participar en laboratorios de escritura o tener asesorías de gente que admiro y cada vez que me presentaba en uno de estos espacios a hablar del proyecto, el proyecto cambiaba de alguna manera a raíz del feedback, y todos estos fueron momentos donde empecé a trabajar en el proyecto con ojos frescos, sin perder la ilusión de hacerlo. En cuanto a lo que más cambió, quizás, es que al principio se acercaba mucho más a mi experiencia personal, y conforme fue avanzando con los años se fue alejando, y el foco también, tal vez siempre se trató sobre la relación entre las hermanas, pero la manera en que yo estaba abordando esa relación fue cambiando a través de los años, porque había cosas que, conforme iba creciendo y madurando, sentía que ya no valía la pena retratar, y otras que más bien se me hacían mucho más importantes.
¿Qué cosas le parecieron más o menos importante retratar a medida que avanzaba?
Por ejemplo, al principio, la historia tenía muchos más obstáculos externos, y como también empecé a tenerle cariño a estos personajes, no solo porque nos representaban a mi hermana y a mí, sino porque como personajes los empezaba a querer, me ponía a pensar: “¿Pero por qué las voy a hacer pasar por este momento tan horrible?”. Algo que, ahora que lo pienso, ni siquiera ayudaba a contar la relación entre ellas, sino que nada más creaba un ambiente hostil. Entonces empecé a quitar obstáculos, y eso también era complejo, porque nos enseñan que los conflictos y obstáculos es lo que hace que una historia avance, y yo más bien se los estaba quitando; tuve que hallar un balance para que la historia pudiera avanzar sin hacerlas pasar a ellas por cosas feas que yo no quería que pasaran.
¿Cómo fue para usted como autora de la película desprenderse de la parte biográfica, en tanto que factualmente se haya alejado de su experiencia, pero aún siguiera siendo fiel a la verdad emocional de la misma?
Creo que la primera versión era “de época”, por decirlo así; era justo como en los años noventa, cuando yo fui a Panamá con mi hermana, y ya solo cambiarle eso me hacía replantear otro montón de cosas, porque simplemente en esa época había… o no había elementos como teléfonos celulares, no había un montón de cosas que ahora son indispensables en la adolescencia. Después, compartir el proyecto también a personas que yo respeto, para que leyeran y me dieran su feedback también me hizo entender qué cosas seguía conservando de mi historia personal, como que me hacía “limpiarlo” de cosas que más bien eran accesorios de los cuales estaba enamorada, pero que no ayudaban a que la historia se contara de la mejor manera. Y lo principal de todo fue cuando conocí a los actores y las actrices, porque ahí todo dejó de ser una idea y lo aterricé a personas concretas, y como les conocí por Zoom durante la pandemia, tuvimos mucho tiempo para conversar y descubrir un poco de sí mismos, y eso también hizo que yo cambiara un montón de cositas en el guión, tomando cualidades y cosas que yo sentía que era de sus personalidades y que hacía que estos personajes fueran más auténticos, más actuales y genuinos; ya dejaban de ser mi hermana y yo (aunque lo eran en esencia) y se convertían en otras personas con vida propia a partir de las personalidades reales de sus intérpretes.
¿Cómo fue el proceso de trasladar la historia de un contexto a otro?
Fue acercándome al final, precisamente, al hablar con los actores y actrices, cuando descubrí que era injusto de mi parte mostrar a esta generación como si fuera la mía; descubrí que eran todos mucho más… amorosos, no sé cómo explicarlo, pero me sorprendió el nivel de apertura y generosidad de todos estos chicos y chicas, que tuvieran más herramientas, en todo sentido, de las que yo tuve cuando tenía su edad, a nivel educativo y verbal, en la manera de expresar sus emociones y las formas en que hablamos sobre algunas situaciones de la película y lograban identificar las cosas de una manera muy particular y directa. Siento que, en general, a esta generación se le hace más fácil identificar qué cosas les interesa y qué no, o qué quieren o no quieren hacer parte de sus vidas, quizá la toma de decisiones es igual de difícil, pero al menos tienen un ojo más entrenado para saber qué les gusta y qué no. Y eso habla bien de sus papás, ya que tuvieron una educación distinta a la nuestra. Entonces se me hacía importante o mucho más interesante retratar eso: La apertura, generosidad y herramientas de esta nueva generación, y tiene todo el sentido, a fin de cuentas, ellos son hijos e hijas de mi generación, las actrices de la película son hijas de personas con las que yo iba a bares cuando era joven. Por supuesto que son diferentes, y por supuesto que tienen otras cosas que no son las que nosotros pasamos. Y durante el rodaje también se hicieron super amigos; era muy hermoso verlos trabajar e interactuar, y yo me contagiaba de eso, me gustaba verlos así de contentos y creo que por eso la película se empezó a llenar de ternura, color y risas, porque era lo que yo estaba viendo de ellos.
¿Cómo consiguió dar esa mirada a la adolescencia con tal franqueza y libre de un abordaje condescendiente o paternalista?
Pues… No sé cuál es la fórmula para hacer eso. Creo que tiene que ver con estar cuestionándome con frecuencia sobre qué era lo que deseaba decir en la película, también respetando a mis personajes y a la generación que estaban representando. Pero, creo que es una constante durante la escritura, durante el rodaje, y durante la edición. Hubo momentos en los cuales nos preguntábamos: “¿Será que estamos diciendo algo? ¿Será que estamos juzgando a este personaje? ¿Será que pongo esto aquí y esto allá?”. Así que, me parece, es cuestión de cuestionarse, y no en soledad, a mí me sirve mucho hablar con mis colegas y con la gente que me rodea en el equipo, ya que es muy fácil caer en el: “No, yo lo veo bien y ya está”. Pero sí, un constante cuestionamiento y apertura a escuchar lo que opinaban otras personas, no cualquiera, sino las personas en cuyo criterio confío.
Imagino que eso también implicó un gran nivel de confianza en la visión o abordaje que deseen dar las y los intérpretes a sus personajes.
Sí, pero creo que la confianza también es en dos direcciones. Más allá de que estaban participando en una película, ellos no tenían manera de saber cómo iba a verse, o cual iba a ser el resultado final. Con excepción de las protagonistas, hubo muchos de ellos a quienes solo les conté la historia, sin siquiera darles el guión. Pero sí, yo confié en ellos, pero también ellos se entregaron a confiar en mí.
Una de mis tomas favoritas consiste en esos pequeños segundos donde Marina está caminando entre los aviones, y me hizo pensar en cómo su carrera como bailarina podría haber influenciado su dirección, no solo actoral y corporal, o cuando se debieron filmar escenas de intimidad, sino también fotográfica, con respecto al movimiento de la cámara.
Cuando yo hacía danza pertenecí a un grupo llamado Danza Abierta; éramos muchos y trabajamos juntos por cerca de cuatro años, y mucho de nuestro trabajo como bailarines consistía en observarnos unos a otros, no siempre estábamos bailando todos, sino que a veces estábamos sentados y los demás bailaban y nosotros corregíamos, o los otros nos corregían y nosotros escuchábamos. Creo que eso que aprendí con mis compañeros de danza es lo mismo que aplico en dirección: Mucha observación y atención de cuándo algo se siente genuino o no. En danza siempre decíamos: “Tiene que parecer que en ese momento se les ocurrió hacer ese movimiento”, lo que significa que tiene que parecer espontáneo siempre, como que surge de uno. Hay muchas maneras en las que se pueden filmar escenas de sexo simulado, por ejemplo, pero las que son específicas de nuestra película sí fueron súper coreografiadas, y siento que les daba más tranquilidad a los chicos saber exactamente qué hacer, ya que tuvimos ensayos muy similares a cualquier ensayo de danza, como: “Bueno, y aquí se acercan, aquí se alejan, aquí respiramos, ahora esperamos unos tiempos, si les sirve podemos contar hasta tanto”, y sí, son herramientas que, no es como que yo en el momento pienso: “¡Ahora voy a utilizar mis técnicas de danza en esto!”, sino como que naturalmente las utilizo porque así es como aprendí a relacionarme con otras personas en espacios creativos. Y con la cámara, lo mismo, pero creo que tiene que ver más con el ritmo que con el movimiento, tiene que ver más con velocidades, o cosas que… A veces siento que incluso me pongo a hacer tiempos con las manos, como si fuera música, como si midiera el tiempo, o contando frases como si fuera a bailar. Sí, no sé; amo la danza y es cierto que cuando bailo es cuando me siento más libre, y no sé cómo desprenderme de eso, no es algo que haga al propio, sino que es parte de mí.
No me parece que deba desprenderse de eso; al contrario, es una de sus principales virtudes como directora.
Muchas gracias.
También quería preguntarle, porque me llama la atención la manera en que ha representado o reflejado el tema de la relación entre el padre y las hijas, el tema de la herencia, el legado familiar, y me da curiosidad saber su abordaje al lidiar con ese aspecto de la película.
La lectura que yo hacía de la paternidad fue cambiando durante nueve años; siempre supe que la película no se iba a tratar específicamente sobre esa relación con el papá, pero sí era importante tenerlo presente para ver cómo llegaba a ese final, y lo que empecé a sentir era que… Hay, por supuesto, muchas personas cuyos papás fueron ausentes, pero en mi caso, lo que yo sentía era que como mi papá estaba ausente, eso hacía que inmediatamente mi mamá también estuviera ausente, porque pasaba trabajando todo el día. Entonces mi hermana y yo éramos nosotras solas, igual que como pasa en la película; cuando llegan a Panamá y vemos el personaje de la señora, la amiga de la mamá que las recibe, y vemos que pasa lo mismo: Al final casi nunca la vemos, y sí vemos a los jóvenes solos, tratando de llenar esos espacios vacíos. Pero, por ejemplo, yo tampoco viví la ausencia de mi papá como algo trágico, porque lo cierto es que realmente no tengo recuerdos de vivir con él. Entonces, la verdad, no es como que viví con él y de repente se fue, y ese abandono sería distinto, quizás, pero por ese motivo tampoco quise mostrarlo en la peli como una dificultad insuperable, porque sí, sería tuanis para un adolescente tener, no necesariamente tenerlo a él, pero sí tener una persona adulta con la cual poder hablar sobre cosas que están pasando y no tratar de resolverlo con gente de su misma edad, que sabe lo mismo que uno, y pasar inventándose respuestas si uno está solo, pero no lo quería presentar como algo trágico, sino como una oportunidad para que los personajes de las hermanas entendieran que podían encontrar las respuestas a cosas en la otra, o en otra persona, en otra figura.
¿Cómo fue la decisión detrás de traducir Las Hijas a Sister & Sister? Me parece interesante que, sin ser una traducción literal, ambos títulos ofrecen dos puntos de vista, o una visión general más completa del tema central de la película.
Bueno, hace nueve años el proyecto empezó llamándose algo así como Las hijas de Alonso González, era así como todo largo, y rápidamente empecé a pensar: “Bueno, mejor quitémosle el
González”, y después: “Bueno, la verdad quitémosle el Alonso”. Un poco lo que pasa en la película misma, que es restarle peso a esta figura paterna. Y al final ya cuando tenemos la película hecha probamos un montón de nombres distintos pero nunca hice clic con ninguno, y decidimos dejarlo como Las hijas. Muchas personas nos decían: “¿Y por qué no
Las hermanas?” Y, no sé, me sonaba demasiado literal en español, prefería que fuera Las hijas también porque igual me gustaba mantener el pretexto del papá y esas cosas en ese título. Pero cuando tuvimos que buscar un nombre en inglés, tuvimos unos agentes de ventas que son muy especiales y a quienes quiero mucho, e hicimos como tres horas de sesión para ver cómo le poníamos en inglés a la película. Y fue uno de ellos quien sugirió: “¿Qué tal Sister & Sister?”. Y como que de inmediato me sonó súper bonito, porque no era Sisters, sino que hacía referencia a las dos, se veía simétrico, seguía la misma intención de la gente que me sugería Las hermanas, pero mientras que en español no me funcionaba, en inglés la repetición se me veía como un espejo, y muchos elementos que me gustaban de ese nombre en inglés hasta que, de hecho, muchas veces me gusta más en inglés que en español. Pero sí, nos costó, nos costó llegar a ese título.
¿Qué ha sentido o pensado con respecto a su vocación y futuro como directora, luego de ver la recepción de este, su primer largometraje, tras nueve años de desarrollo?
Quisiera dirigir más películas, pero tampoco tengo urgencia. Sí tengo la idea de un tema que estoy desarrollando, ya no son adolescentes, aunque siguen siendo mujeres, pero sí creo que va a ser un proceso de desarrollo lento, quizás…Esperemos que no sean diez años. Pero sí, tengo muchas ganas de dirigir una segunda película, al menos esta que estoy pensando. Y sobre todo también, como fue muy satisfactorio para mí trabajar con actrices y actores, entonces también después de Las hijas he tenido la oportunidad de participar en otros proyectos como coach actoral y eso es algo que también me encanta, como apoyarme en otros guiones e historias, ayudar a actores a llegar a ese lugar. Y bueno, también me formé como coordinadora de intimidad, entonces justamente toda la parte de las escenas íntimas o cómo se retrata la sexualidad en la imagen es algo que también me interesa muchísimo. No sé, hay muchas cosas que a raíz de haber dirigido esta película he empezado a probar más y que me están dando llenando profesionalmente.
Quisiera preguntarles a ambas, Kattia y Valentina, como cineastas, como distribuidora, ¿Cómo podemos contar nuestras propias historias, tratando de salir de la sombra del cine más convencionalmente hollywoodense o europeo? ¿Cómo podemos vencer las expectativas ajenas y, en palabras de Kattia: “contar las historias que queremos, no las que otras personas esperan escuchar”?
Valentina: Antes de hacer mi primera película me resultaba muy abstracto entender qué es una película costarricense, una película centroamericana. De pronto estaba en esas categorías en los festivales y no sabía muy bien qué representaba eso y siento que no lo entendí sino hasta después de haber hecho la película. Y lo que entendí es que lo que había sido importante para mí era contar una historia coherente con quien soy yo y que no estaba tratando de satisfacer una representación de mí misma como ser exótico, porque creo que los costarricenses nos vemos como seres exóticos, no hay nada que hacer. Cuando vamos al extranjero y alguien nos preguntaba de dónde somos y decimos: “Costa Rica”, mucha gente puede decir: “¡Wow, qué lindo es el paisaje!”, y como que nuestra primera tentación podría ser tratar de complacer esa reacción y hablar sobre las playas y así, o también, nuestra tentación podría ser querer contar alguna historia muy espectacular para generar interés porque sentimos que somos seres muy ininteresantes, creo que tenemos esa particularidad por ser un país que no tuvo dictaduras o eventos tan trágicos como tuvieron otros países de la región; pero creo que eso le pasa a cualquier centroamericano y quizás a cualquier latinoamericano, y descubrí que quizás también a cualquier cineasta africano, asiático, en realidad estamos en una misma categoría que es el world cinema y es una categoría un poco difícil porque es en la que tenemos que pelearnos entre nosotros para generar interés. Pero lo que me reconforta es que a pesar de que hice
Tengo sueños eléctricos intentando pensar en un público tico, intentando pensar en una historia que me fuera propia, aun así a la película le fue bien, aun así circuló; entonces creo que eso significa que algo está cambiando o, en todo caso, que hay un público ahí afuera listo para ver nuestro cine. Creo que el apoyo más grande que recibí con mi película fue del público latinoamericano y no fue por nada, sino porque se sintió identificado; entonces no creo que haya que encerrarnos, o quedarnos solo entre nosotros, pero sí tratar de fortalecer nuestra identidad en común y generar, en todo caso en Costa Rica, un público para eso. De ahí mi deseo de ser directora, pero también de distribuir y producir, y realmente de participar en todo lo que constituye la industria del cine en un país.
Kattia: Sí, pues… Todo eso que dice Valentina. Creo que al final con lo que tiene que ver es con ser honestos con nosotros mismos, con lo que estamos queriendo decir y con los temas que nos interesa explorar. Hacer películas requiere demasiado tiempo y energía como para estar haciendo cosas para complacer a otras personas; si no es algo que de verdad te interesa y de verdad te atraviesa como individuo y como persona, simplemente no vale la pena, porque es demasiado agotador y entonces… No sé, no es como que tengas que tener las cosas desde el inicio, sino que en el transcurso, si sos honesto con vos mismo, las vas a ir descubriendo, y el público lo va a notar; justamente cuando uno detecta que a una persona le interesan ciertos temas pero los está embelleciendo con otras cosas para hacerlo más “exótico”, eso hace que se sienta más forzado. Para proyectar historias que son fieles a vos hay que tener honestidad, y la gente lo va a leer bien siempre, porque cuando las historias son honestas, nadie las rechaza. No hay cómo. Bueno, a mí me ha pasado así.