Harold Calderón: ser location manager es más que buscar locaciones

Harold Calderón atraviesa el restaurante de comida caribeña con la confianza de quien baja en pijamas a sacar comida de la refrigeradora. Su look no se distancia de esa soltura: camiseta sin mangas, cargos por debajo de la rodilla, y sandalias de velcro al mejor estilo mochilero. El pelo lo tiene recogido en una especie de moño mañanero y su barba, en la que ya se entrevén algunas canas, le cae unos siete centímetros bajo el mentón.


Mientras avanza, Harold no se queda sin saludar a un rostro conocido. Cuando por fin elige un lugar donde sentarse, la mesa se convierte en una especie de campamento de gratificaciones. Salir con Harold es saber que será interrumpido por todos los compañeros que vienen a dejarle, por lo menos, un: “todo bien, mae”.

“En todo lado me pasa. Yo llego a Tamarindo, Puerto Viejo, Santa Tere y es esta vara. Siempre conozco gente”, dice.

Harold tiene la piel tostada y sus manos son ásperas. El sol y el viento no han pasado en vano sobre su tez, prácticamente ha vivido siempre entre montañas, playas y jungla. Justamente el día anterior andaba en el recóndito Rincón de la Vieja, Guanacaste, en una misión intergaláctica: debía encontrar en Costa Rica dos planetas diferentes, uno árido y otro selvático. “Esta locación me tiene picado, estoy deseando que esta peli llegue al país.” En él recae parte de esa responsabilidad.

Este hombre que a la distancia es casi imposible imaginarselo de saco y corbata, es una pieza fundamental para que producciones del calibre de Hollywood vengan a filmar a Costa Rica. Su trabajo, como muchos roles del quehacer audiovisual, se conoce más popularmente por su nombre en inglés: location manager.

Harold, en locaciones, ha trabajado con varios de los proyectos más grandes que han llegado al país: Sony, Gatorade, Hollywood, entre otros. Justamente a escasos días de la entrevista, se estrenó en Estados Unidos The Last Full Measure, película bélica con actores del calibre de Samuel L. Jackson, Sebastian Stan y William Hurt que se grabó parte en Costa Rica y en la que Harold hizo de location manager.

En español, el puesto de gerente de locaciones cumple una función muy intuitiva: ocuparse de las locaciones. Si pecamos de simplistas, es el miembro del equipo de filmación responsable de encontrar y asegurar los lugares donde la producción se rodará. Sin embargo, el diablo está en los detalles y en el puesto de location manager tiene muchos peros en donde esconderse.

Por ejemplo, si una productora le pide una playa, la mente de Harold debe maquinar el sinfín de preguntas y especificaciones que vienen con la locación: ¿Arena blanco u oscura? ¿Con palmeras o sin palmeras? ¿Tienen que grabar todo el día? Entonces hay que buscar una playa donde la marea no suba demasiado. ¿En qué estación van a grabar? En esa no se puede en el Caribe porque llueve. ¿Cuánto es el presupuesto? ¿Entran en buseta o 4×4? ¿Cabe todo el crew? ¿Cuánto están dispuestos a caminar para llegar? ¿Caben las cámaras? ¿Hay fuentes de electricidad o hay que llevar generadores? ¿A dónde saco los permisos para grabar: la municipalidad, el Parque Nacional, el Área de conservación? ¿A qué entidad le compete? ¿Cuáles son las regulaciones? ¿Dónde se hospedarían? ¿Hay hoteles o hay que armar un campamento? ¿Dónde acomodaría el camerino, el catering, el equipo, los baños?

La lista de especificaciones es larga y para poder responder todas esas preguntas rápidamente se necesita mucha calle, dice Harold. Para su suerte, aunque le faltan dientes, le sobra colmillo.

“Yo soy un mae que le gusta mucho la montaña, la playa, me conozco el país al derecho y al revés. Me acuerdo que mi tata me llevó a los tres años a una montaña a Murciélago en Cuajiniquil, Guanacaste, donde está la base militar. A los tres años fui y me enamoré de la montaña. Ya a lo quince años me iba solo a andar en las playas, a acampar. Y bueno, eso le saca un colmillo en la calle a uno.”

Harold nunca eligió el puesto de gerente de locaciones, simplemente se lo encargaron. Alguien, alguna vez, en alguna oficina, dijo: Harold siempre anda afuera, mandémoslo a buscar un lugar para grabar. Y Harold dijo que sí.

“De esos primeros trabajos de location manager que agarré fue uno con María Sharapova (famosa tenista rusa). Se filmaba un comercial de gatorade aquí en Costa Rica, en España se filmaba con Ronaldinho ese mismo comercial, todo era parte de uno solo.”

Antes de ser gerente de locaciones fue (es) productor; antes, vendedor de carros; antes, vendedor de perfumes; antes, vendedor de oro; y antes, lo que necesitara o quisiera ser. “Me la peleaba en la vida con lo que fuera”, recuerda.

El trabajo de Harold funciona, más o menos, así: una productora extranjera (ya sea de servicios para comerciales o de producciones cinematográficas) contacta a otra productora/empresa en Costa Rica para mostrarle su interés en grabar en el país, pero primero necesita saber si efectivamente Costa Rica cumple los requerimientos más favorables para llevar a cabo el proyecto. Uno de esos requerimientos importantes es la locación. Digamos que, a modo de ejemplo, necesitan una cascada de agua cristalina. Entonces la productora tica contrata a un location manager (Harold) para encontrar esa cascada perfecta.

Harold, primero, investiga al director y a la productora. Indaga qué han hecho, cuál es su estilo de trabajo, qué pide el guion. Trata de ponerse en la mente de sus jefes para darle lo que necesitan. Después, a punta de memoria y experiencia, enumera las cascadas que sirven. Si no recuerda todas, está el siempre confiable disco duro en el que tiene un listado de todos los lugares que ha visitado.

Una vez terminada la investigación de escritorio, toca la parte que más le gusta: salir a buscar la locación. A través de la experiencia, contactos y rodar la calle (preguntar, conversar, preguntar, conversar) encuentra, por lo menos, tres posibles locaciones. En ellas toma fotos, no de carácter artístico, sino meramente denotativas. La intención de estas fotos, más que deslumbrar, es mapearle el lugar al director.

Luego viene una reunión en la que se presentan los pros y contras de cada locación (esta tiene el agua más cristalina, pero hay que caminar tres horas en montaña; esta otra tiene más espacio para montar el equipo, pero solo se puede grabar en época seca; esta está a solo hora y media de San José, pero la cascada es más baja; por decir algunos ejemplos antojadizos).

Esta presentación es vital porque, en muchos casos, la productora extranjera no eligió a Costa Rica como único destino posible: es común que ponga a “competir” a varios países. Es decir, en Colombia, Nicaragua, Panamá, etc., también hay otros gerentes de locaciones buscando la misma catarata de agua cristalina. A veces la productora elige la opción que más se parece a lo que describe el guion, pero en la mayoría de ocasiones es la combinación de varios factores: presupuesto, accesibilidad, trámites, hospedaje, seguridad, entre otros.

Supongamos que en este caso eligieron una de las cataratas de Harold. Ahí no termina su trabajo, ahora le toca encargarse toda la logística de grabación que tenga que ver directamente con la locación: cuál es la ruta, cómo llegamos, dónde van los toldos, el catering, el equipo técnico, los de arte, los de maquillaje, los actores. Hasta que no termine la grabación, Harold no para.

En sus momentos más dulces, el location manager es turista pago. Una vez le dijeron: tenga, aquí hay una Prado y un millón de pesos, necesitamos que se recorra todas las playas del pacífico, desde La Cruz hasta puerto Cortés. Si necesita más plata, nos dice y le depositamos. En quince días conoció el litoral más extenso del país.

En sus momentos más agrios, es un ciudadano más enfrentándose a la arbitrariedad del sistema burocrático costarricense. Harold debe conocer a qué entidad debe contactar para pedir permisos de rodaje y cuáles son los alcances de esos permisos, que varían según dónde se grabe. Por ejemplo, un Parque Nacional, pese a las bellezas naturales que jalan a grandes producciones internacionales a invertir en Costa Rica, suele ser el más complicado para grabar. En estos casos los trámites tienen limitaciones altas: se puede rodar a más tardar hasta las cuatro de la tarde y está prohibido grabar bebidas alcohólicos, gran “pero” cuando muchos comerciales de grandes marcas de licores tienden a anunciarse con paisajes exóticos de fondo.

“Manuel Antonio, que es bellísimo, no se puede presentar como locación: a las cuatro tenés que salir, ya todo fuera, y diay, huevón ¿y el atardecer? Yo ni lo presento. Y la cagada es que lo buscan mucho y de repente la referencia que buscan es Manuel Antonio. El lugar es divino, hay restaurantes, hoteles y el productor que viene de afuera no es tonto, ahí va a tener sus clientes como reyes, pero no se puede”.

El apartado de los permisos también tiene otro problema: la inconsistencia entre instituciones. “De repente la persona encargada de tal área, todo bien, es abierto, y de repente el de tal otra, no. Esas varas son complicadísimas y aburridas. Hay personas muy cerradas, es como: escuchame, aquí (con la producción extranjera) vienen 800.000 dólares que van a quedarse en el país. Pero hay egos políticos, los cinco minutos de poder de decir: no. El trámite no siempre es complicado, pero ahueva.”

Cada vez que puede, Harold dice que su trabajo no es buscar una locación, es hacerse local. “Yo soy bastante informal, soy así en mi vida, yo llego a un lugar y me hago local en un segundo. Para mí lo más importante es la relación humana. Es vital, mae, vital, yo cada vez que hago una locación tengo que hacer relación. Si yo no logro conectar con la persona de la locación, ni la presento. Así te lo dejo: ni la presento. Yo necesito tener una apertura, una vara que yo vaya ganando tres cero desde que llego a la locación”.

Saber encontrar una locación es, también, saber quién manda en ese lugar. “Yo busco al bueno y al malo, tengo que localizarlos”. Luego debe, por supuesto ganárselos. Ahí entra ese componente de socialización del que Harold se siente orgulloso. Cuenta que una vez tuvo que grabar en Los Cuadros de Goicoechey terminó hermanado con la banda que asalta buses en San José. “Al final hasta les compre birras y los contraté para que me hicieran un graffiti.”

Harold sabe que para alcanzar esa horizontalidad que le gusta debe dar algo a cambio. “Yo soy este mae así, con cara de salvajito, que me puedo meter en cualquier lado, pero la parte humana para mí es lo más importante. Todo bien con que Sony venda más televisores, trabajo para ellos, pero para mí es importante que la gente de donde filmamos se quede con algo de esta vara: contratamos un local, y a la señora le compramos un casado y al supermercado y a la pulpería sus varas, o de repente tuvieron que meter más gente en el hotel porque los llenamos. A veces las producciones llegan a apropiarse de un lugar con soberbia y no, hay que llegar con responsabilidad: hola, buenos días, con permiso, buenas noches. Gracias. El trabajo de un location manager es que le digan: muchas gracias, vuelva cuando quiera”.

Una vez terminada la entrevista, Harold se levanta para tomarle unas fotografías, vuelve a ver a la cámara y dice: “Yo puedo ser muy buena nota y reirme siempre, pero en las foto no, en las fotos salgo con cara de malo”. Y, efectivamente, pone cara de malo.

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