La Montaña Dorada: Nicole Chi y la imaginación de los recuerdos en ‘Guián‘


La Montaña Dorada: Nicole Chi y la imaginación de los recuerdos en ‘Guián’


Nunca olvidaré lo que Guián significó para mí.
Con sus primeros segundos, cuando una casa antigua es derribada (quizá para dar espacio a un nuevo estacionamiento, que tanta falta nos hace), la película ya había roto mi corazón, mostrando la fría brutalidad de una de esas ejecuciones públicas que en la Costa Rica de nuestro siglo son tan frecuentes, al ser el nuestro un país muy poco interesado en preservar los remanentes hilos de arquitectura que todavía le vinculan a su propia historia.

Sin decir una palabra, y con solo la imagen inicial, la película ya proclamaba su intención de declarar guerra a tan destructivo impulso; me pareció que su directora estaba diciendo a la indiferencia de las máquinas: “Yo preservaré este espacio a pesar de ustedes”; y supe que estaba a punto de experimentar un viaje único, épico en sus dimensiones emocionales y psicológicas, aunque el objetivo de la misión fuera algo en apariencia tan simple como encontrar otra casa, todavía más antigua.

El resultado final del viaje fueron lágrimas en mis mejillas, y una profunda conexión de admiración y cariño por Guián, una abuela a quien jamás conocí, pero ahora conocía, y por extraño que pueda sonar, creo que tal es el poder de este largometraje documental, que su creadora y protagonista, Nicole Chi, me invitó a formar parte de su familia durante poco más de una hora, así como a cada persona que tenga la oportunidad de ver este magnífico testimonio audiovisual que triunfa, efectivamente, en preservar un edificio de memorias y legados.

Tengo el honor de conversar con Nicole Chi, y más que felicitarla, le doy las gracias. Desde su hogar en Austin, Texas, y con su voz dulce, cargada de voluntad, Nicole me explica lo que estuvo detrás de la creación de uno de los documentales más conmovedores que he visto surgir de Costa Rica en los últimos años.


Previamente usted había dirigido los proyectos audiovisuales Gaming: Oh, its a girl y Comadre. Me llama la atención que prevalecen tres temas: La experiencia de ser mujer, el pasado o el legado cultural, y el desplazamiento de un lugar a otro. Como cineasta, ¿Qué le atrae o interesa más de explorar estos temas?

Creo que todos los directores tienen su obsesión, y he estado tratando de encontrar la mía, El tema del desplazamiento, de la migración, el movimiento de personas, es algo que me atraviesa de manera muy particular y personal, por esto mismo de mi abuela y mis antepasados chinos, entonces creo que desde esa parte tan personal provienen todos estos proyectos, y creo que más allá del movimiento de las personas en diferentes espacios geográficos o comunidades, creo que tiene mucho que ver con qué significa ser diferente. Por ejemplo, en Gaming: Oh, it’s a girl, quería ver lo que significa ser una mujer en una comunidad que suele ser muy, muy de hombres; algo parecido sucede cuando una persona inmigrante busca otro lugar y entra a un nuevo espacio, como en Comadre, que cuenta la historia de una inmigrante mexicana que trabaja como nanny en Estados Unidos, también me interesaba el tema de entrar a una comunidad nueva donde no se comparte el idioma y te ves forzada a trabajar. Y en mi documental Guián, pues, es sobre tratar de entender un poco sobre ese desplazamiento que hizo mi abuela… Que hicieron todos mis antepasados chinos, pero particularmente mi abuela desde China hasta Costa Rica, solo que invertí eso y más bien fui yo quien hizo ese viaje de ser costarricense, verme china e ir a este lugar, al cual de alguna manera pensé que ya pertenecía, y darme cuenta de que en realidad no pertenecía, o no totalmente. Creo que hay descubrimientos muy interesantes sobre el hecho de ser humano, sobre ponerse en una posición de vulnerabilidad, y me interesa mucho entender el límite de esa vulnerabilidad y ver cómo cada persona lo confronta de diferentes maneras.

Procedo a disculparme con la joven cineasta (así como con las y los lectores que puedan esperar una exploración más profunda sobre los aspectos técnicos de la producción). A partir de aquí, mis preguntas tendrán un carácter más íntimo y personal. No puede ser de otra manera. Guián comienza con la desgarradora escena antes mencionada, y trágicamente muy común en Costa Rica: La destrucción de una casa.

No voy a preguntar, Nicole, cómo se sintió al ver que eso sucedió a casa de su abuela, porque sé que debió haber sido horrible, pero sí me interesa saber, a partir de este incidente, qué opina sobre la manera en que Costa Rica trata edificios que son vínculos con el pasado.

Ay, es durísimo, es durísimo. Creo que no me había dado cuenta de cómo en Costa Rica no se preserva, y más bien cómo se destruye ese pasado hasta que estuve en China y viví lo que es estar en una ciudad, como Beijing, donde hay edificios nuevísimos, increíbles, la ciudad se mueve y cambia muchísimo, pero también existen todos estos templos y edificios milenarios. Luis, son cosas que me hicieron pensar: “¡Wow! ¿Cómo esto puede seguir en pie?”. Y a la vez me decía: “¿Cómo es posible que nuestros edificios en Costa Rica no se preserven?” Hay una cosa muy… táctil en ver y vivir en una ciudad que sí preserva esos espacios, y de alguna manera es lo mismo que pasa con el cine, no hay tanta preservación, no hubo tanto apoyo a nuestro cine. Hay una cosa sobre el cine y la arquitectura que tiene que ver con preservar las herencias culturales, es como cuando una familia tiene un álbum familiar, y si no tenemos esta preservación, no tenemos un álbum familiar; esto lo decía Patricio Guzmán, un director chileno muy importante, y en Costa Rica no tenemos un álbum familiar. No podemos mirar hacia atrás y no podemos vivir con esta referencia del pasado que es importante y es lo que nos construye.

Me doy cuenta de que Nicole tiene claro que eso: construir desde el pasado, es lo que ella hace con su documental, aunque no es tanto un documental histórico, sino más bien la documentación de un viaje emocional sobre el cual caía el peso de que su familia no tenía mucho archivo audiovisual propio, y que muy puntualmente encapsula en las frases de la cineasta: “El no tener esos referentes nos empuja a tener que imaginar una memoria e irse más allá del límite de lo que ya existe” y “Lo familiar y lo ajeno se mezclan como algo que se siente como un recuerdo”.

Usted es de ascendencia china por ambas partes de su familia: Sus abuelos de madre y padre son chinos, la familia de padre es de lado del Caribe, y de madre son chinos radicados en Alajuela. Vi en el documental que toda su familia es muy consciente de su cultura, su lenguaje, sus costumbres. Sin embargo, al ser usted costarricense de nacimiento, ¿Cómo era su relación con esta cultura e identidad?

Es muy interesante. Hay una cosa que tal vez sea más superficial en el sentido de ser una cosa física, pero mi hermano y yo, por ejemplo, somos los únicos de mi familia que tanto su madre como su padre son de ascendencia china. Todos mis tíos se casaron con costarricenses, pero él y yo somos los únicos que nacimos de dos partes chinas, somos, por lo tanto, los únicos que nos vemos así, digamos, “cien por ciento” chinos, y creo que desde ese punto de vernos así, de repente nos hace querer acercarnos más a esta cultura. Porque yo veo en mis primos, por ejemplo, no todos, pero algunos que tal vez no tenían o no tienen tanta cercanía con la comunidad, y debo decir que yo, solo porque mi hermano y yo éramos así, teníamos esta necesidad de preguntar; porque, claro, en la escuela, colegio o universidad siempre afronté comentarios como: “¡Ah, la china!”, o “¿De dónde viene usted en serio?”, o “¡Ay, pero qué bien habla el español!”, y no sé qué más. Todas esas cosas me forzaron a tratar de vincularme más con la comunidad, pero esta conciencie de ser china y de que no era normal no poder hablar con mi abuela al respecto, también me llegó un poco tarde en la vida, digamos que me llegó en mi adolescencia y fecundó en la universidad. Claro, compartíamos con mi abuela, con la familia, teníamos nuestras pequeñas tradiciones; pero, por ejemplo, el lenguaje: Hubo un par de veces que intentamos ir a clases, pero no era algo que… no era que nuestros padres nos obligaran, ni que pensáramos: “Tenemos que hacer este esfuerzo”. Siento que todo eso me llegó tarde haciendo este documental, y es interesante, porque yo podría decir que mis primeros amigos chinos-costarricenses, o sea descendientes de chinos también, los hice estando en China, en Beijín, mientras hacía el documental, y fue muy interesante ver cómo otras personas estaban teniendo una experiencia similar, en tanto que se ven así como yo, y son súper costarricenses, y cómo tenían esta mezcla fascinante que yo no necesariamente veía en mis primos.

¿Cómo surgió y creció la idea de viajar a China? ¿Hubo algo en particular que le resolvió ir?

Siempre tuve esta idea de mi abuela. Yo estudié en la UCR y teníamos un curso de documental, y recuerdo que fue el primer momento donde pensé: “Puedo hacer un documental sobre este tema que me apasiona y por el que siento algo muy fuerte”, pero en aquel entonces mi abuela estaba enferma, y pensé que no podía hacerlo, aunque fue la primera vez que pensé tal cosa. A final de ese año, que fue mi último año en la U, mi abuela falleció, y me di cuenta de que ofrecían becas para ir a China por parte del gobierno chino, y como que la idea me cayó del cielo, en compañía de Milton, que también es un personaje en el documental, de que nunca había pensado en la posibilidad de viajar a China hasta que mi abuela falleció. Milton había regresado de una beca en China hacía un año o dos, y él me contaba y yo pensaba: “¡Esto sí que es una posibilidad!”, porque yo no encontraba otra manera de viajar a China, y no quería ir como una turista, nada más un ratito, yo necesitaba quedarme un periodo largo de tiempo. Entonces fueron esas dos cosas las que me empujaron a decir: “OK… Voy a hacer esto”. Así que apliqué a la beca y fue un proceso largo, porque vos sabés, hay muy poco apoyo al cine (casi nulo, de hecho, y no sé si va a ser en el futuro con todo lo que está pasando), y en ese momento tampoco pensaba, o no estaba segura de que iba a ser un largometraje. Tenía mi cámara, y lo grababa todo con muchas ganas, pero era solo un experimento mío, al ser algo tan personal.

¿Qué sintió a medida que más se alejaba de Costa Rica y entre más se acercaba a China? ¿Qué sintió al estar allí y verla en persona?

Vieras que tenía veintitrés o veinticuatro años, acababa de terminar la universidad, estaba con este ímpetu de hacer cosas, y sentía una adrenalina muy fuerte, pero extrañamente sentía que esto era una aventura y nada más, una aventura a la cual yo iba a ir con la idea de: “Bueno, vamos a ver qué pasa…”, y creo que eso viene de la juventud, esta certeza de “Ay, yo voy a estar bien; me gusta la comida china, y Milton va a estar ahí, ¡Voy a estar bien!”. El viaje fue una emoción muy grande, pero estando allá, después de casi una semana, tuve un impacto cultural muy fuerte, donde me di cuenta: “Esto no es lo que yo pensaba que iba a hacer”. Cuando llegué estuve primero en Beijín, y ahí hablan mandarín, un dialecto chino que sonaba muy diferente, y yo aun no entendía bien la diferencia entre mandarín y cantonés, todas estas cosas las fui descubriendo viviéndolas ahí. Incluso las comidas, porque la comida del norte de China es totalmente diferente a la comida del sur, que es la que yo conozco, y lo mismo con la manera de ser de estas personas. Aunado a eso está el que yo pensé que pasaría desapercibida, y pensé que pasar desapercibida iba a ser algo bueno, pero al final no pasé desapercibida; más bien me sentía mal de que la gente me preguntaba otra vez: “¿Pero usted de dónde es en serio?”, y la gente ni siquiera sabía qué era Costa Rica o dónde estaba, y yo me sentía perdida. La pasé muy bien, hice muchos amigos, pero sí fue un shock tener que absorber eso y vivir ahí un año.

¿Cuánto tiempo duró su estadía en China?

Como un año y medio.

¿Y todo ese tiempo fue dedicado al largometraje?

Sí y no. Al ser parte de una beca, me fui a estudiar mandarín, entonces traté de aproximarme a la cultura desde el idioma, pero como la universidad donde estaba era en Beijín, me tenía que mover al sur de China para encontrar la casa de mi abuela. Fue poco porque, de nuevo es la juventud que me hacía sentir Ya tengo que ir. Llegué a Beijín como en agosto y en febrero del año siguiente (que es el año nuevo chino) es cuando fui a Cantón para buscar la casa de mi abuela. Entonces mi tiempo estuvo dividido entre experimentar la cultura, estudiar mandarín siendo estudiante extranjera, y grabarlo todo, pero el grueso de lo que se ve en la película es mi experiencia yendo al pueblo.

Imagino que la anticipación fue creciendo y culminó cuando estuvo frente a la casa; yo mismo no sé cómo describirlo, pero la forma en que está editada la escena (se abre la puerta, y un breve segundo de total oscuridad antes de revelar su interior) me hizo pensar en su idea de que era un espacio al mismo tiempo milenario y fugaz. ¿Qué sintió al momento de entrar, de poner un pie en esa casa, estar dentro de esas paredes lastimadas por el tiempo?

Fue muy loco, ese trayecto fue como un sueño. Yo lo recuerdo como un sueño, como: “No puedo creer que hice esto”. O sea, a veces yo misma hablo de esto y de verdad no sé cómo hice, porque yo ni siquiera hablaba mandarín. Luis, yo descubrí lo que estas personas estaban hablando… ¡en la edición, como un año después! Entonces estar ahí en el momento era muy confuso, en realidad; yo decía: “¿Esta es la casa? ¿Qué está pasando?”, y Milton tampoco entendía, porque aunque él sí habla mandarín, los viejitos solo hablaban el dialecto pínghuà, entonces era como armar un rompecabezas el saber qué estaba pasando, y todo fue muy rápido. Cuando llegué ahí, eso fue muy rápido, yo me estaba hospedando en un pueblo adyacente a ese, pero había que ir en carro, y todo mundo estaba muy ocupado preparando el Año Nuevo, en familia, y solo me dijeron: “Bueno, vamos”, porque para ellos tal vez no era un descubrimiento tan grande como lo era para mí, entonces cuando ya estábamos ahí y estaban preguntando de dónde era, yo estaba tan confundida que lo único que podía hacer era grabar sin entender nada. Pero cuando se abrió la puerta… Ay, Dios mío. Nunca había estado aquí, pero sabía que aquí era, porque lo había visto en una foto; de hecho, no sé si vos notaste que al inicio de la película hay un pequeño guiño, cuando estoy con el hermano de mi abuela y su hija nos enseña una foto donde se ve la casa, y esta foto era mi única referencia, y claro que sí era, había una mano que señalaba y cuando estuve parada ahí e hice ese paneo fue como: “¡Esta es la casa!”. Fue totalmente de ensueño, y estar ahí dentro fue como un reality check, porque entré a la casa y era un espacio muy pequeño, y tratar de imaginar a mi abuela ahí con su familia me pegó muy fuerte, ver la diferencia entre esta casa y su casa en Costa Rica, o mi propia casa en Costa Rica, ver la diferencia de clases fue muy fuerte. Incluso más porque yo venía de Beijín, donde hay más opulencia, y al pasar de una mega ciudad a este pequeño pueblo, en el sur de China, tan difícil de alcanzar, caí en cuenta de la magnitud del viaje que tuvo que haber hecho mi abuela para salir de ahí. Y ya estando dentro, esto que te digo, que es milenaria y fugaz, lo digo porque se veía tan frágil y aun así había estado en pie por tantos años que me parecía una gran resiliencia por parte del espacio. Un shock, todo fue un shock, y todo me pareció que pasaba muy rápido. En la peli se siente que pasa rápido, pero en la vida real fue incluso más rápido, al menos para mí. Y creo que por eso te puedo contar que en la edición de la película yo tenía un problema estructural, porque en algún momento pensé que el final de la película sería encontrar la casa, pero no era solo encontrar la casa, y es por eso que la peli sigue después de ese momento, porque no era solo encontrar el lugar físico de la casa, sino algo más profundo.


Solo escuchar a Nicole acelera mi corazón. Pienso con asombro en las ramificaciones que pueden tener las decisiones de nuestros antepasados: Guián escapó de la pobreza durante la época turbulenta de la Revolución Cultural, en medio de un clima de adversidad y lejanía que puede ser para nuestra generación difícil de imaginar, y me lleva a contarle a Nicole que todo esto me recuerda la reacción del señor ya mayor, pariente de Guián y encargado de cuidar su casa, quien sin duda debió pensar algo como: “Se fueron para no volver y de pronto, muchos años después, esta joven desconocida pero emparentada conmigo, llega de otra tierra y con otro idioma, pidiendo ver la casa”.

Exacto, exacto -responde Nicole-. Todos fueron muy lindos, era un pueblo casi enteramente de viejitos, y todos eran como: “¡Ay, Costa Rica!” y lo buscaban en el mapa. Esto no sale en la película, pero después de ver la casa fuimos a tomar té en una casita que tenían por ahí, y les pedí que me escribieran sus nombres, tratando de hablar un poco con ellos, pero claro, la diferencia de idioma era demasiado grande y era muy difícil entablar una conversación fluida, pero pude sentir que estaban realmente muy extasiados de poder hablar con alguien que viene de un lugar que ellos ni siquiera se imaginan, cómo lo es Costa Rica.

Para ellos también debió ser una experiencia impactante.

Sí, sí, pero fueron muy lindos y generosos con su tiempo, sobre todo porque yo llegué de repente, no hubo ningún aviso, llegué y estas señoras que me estaban cuidando llevaban un papel que decía cuál era la casa, cuál era la familia, y eso fue lo que nos llevó a ese lugar.

Hay un símbolo que me parece bellísimo, y es la Montaña Dorada. ¿Qué significaba para Guián la Montaña Dorada y qué significa para usted?

Este símbolo de la Montaña Dorada en realidad surge históricamente de California, era así como llamaban a California durante una época en que muchas personas chinas querían ir, pero por el Acta de Exclusión de Estados Unidos de 1882 esto se volvió casi imposible, aunque sí hubo una gran parte de la población china que logró penetrar en Estados Unidos, que fue parte del gold rush, y que por ellos se creó esta leyenda, en el sur de China, y especialmente en estos pueblos, de que muy lejos había una montaña hecha de oro. Entonces lo que pasó fue que muchos chinos, y no fue el caso de mi familia materna, pero tal vez sí de mi familia paterna, que llegaron por bote a Costa Rica… y esta es otra historia, pero te la cuento porque me parece interesante.

A mí también.

Se cuenta que los chinos que estaban en el sur de China, desesperados por encontrar un lugar donde pudieran hacer una mejor vida, tener mejores condiciones, salir de esta pobreza terrible, se montaban a cualquier bote con la ilusión de llegar a la Montaña Dorada, es decir, a California, no necesariamente a Costa Rica, pero ellos ni siquiera sabían con exactitud en qué parte del mapa estaba, así que era nada más llegar a donde el bote los llevara. Dentro del imaginario de toda esta comunidad china en Costa Rica, la Montaña Dorada fue este lugar donde era posible prosperar, donde iban a encontrar dinero, iban a encontrar cómo escalar en la clase social, pero también era un lugar de seguridad, siento yo, un lugar donde podían hacer familia sin tener el miedo de que se llevaran a sus hijas e hijos, o de que su seguridad y sus bienes y sus familias fueran arrebatadas. Creo que para Guián, tal vez, su Montaña Dorada era eso: Más que un espacio físico, su familia, y creo que eso trato de encontrar en la película. Tal vez la gran pregunta de la película es esa: ¿Cuál era la Montaña Dorada? Y discernir si era la montaña de sufrimiento, como decía la amiga de mi abuela, o si no lo fue, y no sé, esta es una pregunta cuya respuesta no sé, no sé cuál fue la montaña de oro de mi abuela, no sé si añoraba estar en China o no después de tantos años, pero es interesante, porque justo después de haber visto la película con mi mamá, cuando la vimos en Suiza, ella me dijo: “Yo no había pensado en esto de la Montaña Dorada y el sufrimiento, y cómo mi mamá estaba entre dos mundos”. Porque, Luis, los chinos de esa generación no hablaban de estas cosas, ellos no hablaban de sus sufrimientos, casi que ni hablaban de lo que vivieron en China ni en lo difícil que fue para ellos acoplarse a Costa Rica, y fue revelador que mi mamá me dijera: “Pero, ¿sabes qué? Creo que al final… Esta fue su Montaña de Oro: Estar en Costa Rica con su familia, y que aunque no saliera de su casa, su casa se volvió su lugar de seguridad”. Y por eso para mí, el símbolo de la casa es un símbolo arquitectónico físico y táctil, pero más allá de eso es un lugar de seguridad, ternura y amor.

Imagino que usted misma, después de semejante odisea, también llegó a adaptarse y sentirse más familiarizada. ¿Cómo fue la despedida de las personas, del pueblo y del país?

Fue muy duro. Hubo dos despedidas: La despedida del lugar físico, de la casa de mi abuela en el pueblito, y después de eso me quedé en China como por un año. Despedirme de las señoras fue un poco incómodo, porque yo les compré unas frutas, les di las gracias, y ellas más bien eran como… Diay, no sé, es que la gente allá no se abraza mucho, la gente china no suele ser de abrazos, y era un poco incómodo, pero incluso en esa incomodidad noté que había mucho amor y ternura. Pero sí recuerdo, cuando iba en el primer tramo de autobús para volver a una ciudad más grande, recuerdo cómo veía hacia atrás y tal como digo en la peli, pensaba: “Wow, esto fue lo que mi abuela hizo, y quizás en un medio de transporte más terrible, esto fue lo que mi abuela vio” y me dio mucha nostalgia, pensé mucho en mi abuela cuando me despedí del pueblo. Luego, mi despedida de China, cuando dije: “Bueno, ya, voy a volver a Costa Rica”, esa despedida también fue muy dura, porque esa fue la primera vez en toda mi vida que viví fuera de Costa Rica, y fue muy emocional porque ya había hecho familia en China con mis amigos chinos, de otros países, y esa despedida también me hizo también pensar mucho, y creo que lo escribí en un cuaderno donde anotaba todo lo que iba pasando cuando estaba por allá, en cómo una persona toma la decisión de irse, de abandonar; porque yo sabía que mi tiempo era limitado, y estaba preparada para irme, pero en el caso de mi abuela, ella vivió toda una vida allá, se casó y tenía que irse, tenía que hacer este esfuerzo, y pensé: “¿Cómo alguien decide abandonar todo lo que conoce y ha construido, todas las relaciones para ir a un lugar nuevo, desconocido y empezar de cero?”. En mi caso era para volver a Costa Rica, pero cuando imagino a mi abuela tomando esa decisión, todavía no puedo digerir cómo debió haberse sentido.

Me llama la atención, con un poco de risa y también de pena y enojo, la escena de los taxistas de vuelta en Costa Rica, y darme cuenta de todos los prejuicios y estereotipos que perpetuamos como sociedad, quizá no necesariamente por malicia sino por mera ignorancia. Pero también me parece muy impactante, si lo contrastamos con cuando estuvo allá y le decían “china de mentiras”. Al regresar a Costa Rica, y después de haber vivido toda esta experiencia, ¿De qué manera piensa o percibe su propia identidad?

Uy, es una gran pregunta, Luis… Creo que ahora me siento… ¿Cómo podría decirlo? Siento que me empoderé. Siento que antes tenía una falsa perspectiva de lo que era ser china, porque no había ido a China y realmente no conocía, pero luego de ir a China y haber pasado por todos estos comentarios, pero también haber conocido a un montón de gente que desde su ignorancia hacía preguntas y deseaba conocer más, me dio la luz de saber que soy las dos cosas. Tengo mucho de costarricense, porque he vivido aquí toda mi vida, pero también tengo mucho de mi cultura china, y siento que esta generación, la tercera generación, tiene la posibilidad que sé que mis papás no tenían: La posibilidad de hacerse estas preguntas, porque ellos estaban tratando de asimilarse, de estudiar, de poder salir adelante y devolverle a sus padres, pero yo nací asimilada (un poco más, al menos) y siento que me empodera mucho para poder decir: “Yo soy tanto china como costarricense, y hay una gran belleza en eso”, porque antes era como: “Tengo que ser una o la otra, o no encontrar mi lugar en el mundo”. Y creo que a través de este viaje encontré otras personas con la misma crisis de identidad, entonces me sentí menos sola, y creo que hay mucho poder en excavar, digamos, y encontrar estas experiencias, porque estas experiencias son las que hacen que una realmente una se encuentre a sí misma. Es curioso porque ahora que vivo en Estados Unidos hay otra capa de toda esta experiencia, porque claro, me ven y piensan: “Ah, es china”, pero cuando me encuentro a un mexicano en el súper, por ejemplo, y le hablo en español, veo que le da un cortocircuito. Si no hubiera hecho este proceso con el documental, de encontrarme a mí misma como china y como costarricense, tal vez estando aquí tendría toda una confusión de identidad, y creo que estando aquí me he dado cuenta, en Estados Unidos está esta cosa de ser Asian American, o Chinese born American, pero siento que eso en América Latina no lo hablamos, no hablamos de los mexicanos chinos, o de los venezolanos chinos. ¿Me explico? Y es algo que existe. Siento que el proceso de esta película, espero, ojalá ayude a otros costarricenses chinos a que se sientan menos solos en este proceso de encontrar su identidad, saber de dónde venimos y hacer paz con que somos una mezcla increíble.

¿Siente que a través de este largometraje ha llegado a conocer mejor a su abuela?

Totalmente, y creo que tiene mucho que ver con que yo tuve una relación muy cercana con mi abuela en tanto que pasaba mucho tiempo a su lado… Pero no hablábamos nada, Luis, y no es una exageración, realmente no hablábamos nada. Yo me sentaba a la par de ella y veíamos juntas las noticias, y me preguntaba: “No sé ni qué estará pensando sobre lo que estamos viendo”; pero a pesar de esa falta de comunicación verbal, yo me sentía muy cercana con ella, y con este documental, después de hacer este viaje, de vivir estas cosas que sé que ella vivió hace muchos años, para mí esta era la manera de crear memoria con ella juntas, aunque ya no esté físicamente, para mí, espiritualmente ella estuvo conmigo todo este camino y sigue estándolo en estas conversaciones que tengo con vos y con otras personas sobre la película. Esto no está en el documental, pero leí mucho y hablé con personas para entender más la historia de las personas chinas en Costa Rica, porque hay poca documentación al respecto, creo que mi abuela me permitió acercarme más a la historia de nuestro país también, los chinos también son una comunidad importante en nuestro país, casi totalmente invisibles, y creo que Guián me permitió acercarme también a esta parte de la historia, entonces siento que conozco más a mi abuela y sobre los chinos en Costa Rica en general por haber pasado este proceso.

Lo único que puedo decir a Nicole es reiterar que gracias a ella y su hermoso largometraje, yo también siento que conocí a la valiente mujer que fue su abuela. Si el cine también es memoria, y logra preservar e inmortalizar, Nicole Chi ha inmortalizado no solo a su abuela, sino a toda su familia y su legado.


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