Entrevista a Esteban Ramírez (Primera Parte)

Un complejo barco en alta mar: Entrevista a Esteban Ramírez (Primera Parte)

Por Luis Acosta Casanova.

Caribe
fue el primer póster que vi de una película costarricense, rodeado de las siempre atractivas palmas que indican premios y festivales. Estaba en la escuela en aquel momento, y hasta entonces nunca había considerado la posibilidad de que Costa Rica pudiera hacer cine que recibiera la aclamación del resto del mundo. Cuando, ya en el colegio, vi cómo Gestación salió a los cines para convertirse en un verdadero fenómeno cultural y mediático, me pareció que tenía todo el sentido del mundo que viniera del mismo director de Caribe: Esteban Ramírez.

No ha habido, por tanto, un momento donde no conociera el nombre de Ramírez, no solo por ser de los más célebres sino de los más reconocidos por el carácter innovador de su trabajo, desde finales de los años noventa e inicios de los dos mil, cuando incursionó en la producción cinematográfica con los cortometrajes Rehabilitación concluida y Once rosas, atrayendo la atención nacional e internacional con sus dos largometrajes mencionados, y los más recientes: Presos en 2015, La boda del Tigre en 2020, y más recientemente, Ámbar, una coproducción entre Costa Rica y Argentina, ahora en cines de todo el país.

Un par de años después del estreno de Gestación, en mi último año de colegio, tuve la oportunidad de entrevistar a Esteban en su casa, y aunque fue una entrevista breve, ya que él tenía otros compromisos, me contó sobre sus inicios, al ser hijo de padres artistas, y cómo su interés por el cine comenzó a formarse con el pequeño pero significativo juego de ver sus películas favoritas y pensar cómo podría él hacer lo mismo o, incluso, mejorarlo; también me contó sobre su paso por la Universidad de Costa Rica y primeras experiencias en Cuba, y me dijo algo que incluso ahora resuena en mi mente: Al hablar sobre qué tan difícil es hacer una película, es importante poner las cosas en perspectiva, ya que se podría decir que los materiales (lienzos, lápices, pinceles, pinturas) utilizados por un pintor para crear su arte son caros, pero seguramente él lo ve como un precio que está fácilmente dispuesto a pagar porque es parte de su vocación, y con el cine sucede lo mismo.

Después de eso, me regaló una copia en DVD de Gestación, me invitó al estreno de su cortometraje iMae, que se estrenaría en Terramall algunos meses después, y me dijo: “Te prometo que un día te daré una entrevista más extensa e interesante”.

Ni él ni yo imaginamos, estoy seguro, que la oportunidad llegaría a finales de julio de 2022, poco antes del estreno de Ámbar, cuando tuve la oportunidad de hablar con el director sobre su carrera y su nueva producción.

La primera parte de la entrevista, que podrán leer a continuación, estuvo dedicada a hablar sobre Esteban como cineasta, su trayectoria, sus desafíos y recompensas y hacer un repaso por sus películas a través de los años.



Esteban, al ver sus primeros cortometrajes, Rehabilitación concluida y Once rosas, pude notar que, incluso entonces, era posible apreciar su firma creativa. ¿A veces vuelve la mirada a esos primeros trabajos?


Vieras que sí, me gusta hacerlo porque se trata del inicio de mi proceso como una persona que deseaba ser cineasta. Tanto Rehabilitación concluida como Once rosas desempeñaron roles fundamentales en el que yo quisiera ser director. Con Rehabilitación concluida, a pesar de que nuestro equipo y set eran pequeños, fue más esta sensación de que yo podía contar una historia, que a pesar de no tenerla totalmente clara, tenía la confianza de poder dirigirla y contarla. Con Once rosas aprendí una característica importante que ha de tener un director, y es saber cómo liderar un complejo barco en alta mar, no solo con el guión y la dirección, sino también con la parte logística y económica, y eso es algo que no siempre se les dice a las personas cuando están empezando en cine, que además de tener talento para escribir o para contar historias, también hay que tener talento y un poco de piel dura para aguantar y movilizarse en momentos complicados. En el caso de Once rosas, tuve la suerte de conseguir casi ochenta mil dólares (que todos los gasté), pero también tuve, por eso mismo, la presión de saber que no solo debía terminar el cortometraje sino lograr que fuera bueno, porque las personas estaban esperando una devolución, tal vez no de dinero, pero sí del fruto de su aporte, y afortunadamente creo que pude superar dicha presión. Entonces sí, los recuerdo porque esos dos cortometrajes fueron para mí un proceso rico, diferente, y creo que me terminaron de dar la confianza para hacer mi primera película.


Sara Astica en ‘Rehabilitación Concluida’ (1998).

Como todo principio, esas experiencias iniciales no debieron ser fáciles, especialmente porque en aquella época no se producía tanto cine en Costa Rica. ¿Qué lo mantuvo aferrado a sus objetivos en ese contexto?

Fue muy difícil. A ver, cuando yo estaba en el colegio, y todo el mundo se preguntaba qué iba a ser (lo cual me sigue pareciendo una locura, en personas de dieciocho años, con toda la vida por delante y que tal vez apenas están empezando a conocerse), yo no lograba decidirme. Pero como tanto mi papá como mi mamá habían tenido experiencia artística, yo sentí, incluso sin ser tan cinéfilo, que podía intentarlo. Por supuesto, me daba mucho miedo decir abiertamente que quería dedicarme al cine, y por eso mi paso por la Universidad de Costa Rica fue tan importante, ya que fue el primer momento en que toqué las cámaras, edité, y no solo me gustó, también descubrí que tenía cierta habilidad para ello. Fue lo que te dije sobre Rehabilitación concluida, que sentí en mis manos una historia, a partir de un cuento de Myriam Bustos, que podía trasladar a imagen, además de trabajar en más confianza con los actores, en este caso Sara Astica, que ya para entonces era una actriz muy importante, y que al principio no había aceptado el papel, porque no sabía manejar, así que tuvimos que poner un doble para las escenas de manejo. Pero, en fin, todas esas cosas me ayudaron a sentirme a gusto, aunque, como vos decís, en aquel entonces no se hacía cine, no había apoyos, hacer una película era mucho más complejo y caro; recordemos que el cine es, al mismo tiempo, industria y arte, y la parte industrial es cara, una película requiere muchos recursos, y fue una suerte que para Once rosas se unieron muchas empresas, lo que me permitió ser más ambicioso y hacerla lo más grande posible, casi como una película grande, aunque reducida a una semana y con la presión económica de la que te hablé, y es algo con lo que todos los cineastas debemos aprender a convivir, porque siempre habrá problemas y complicaciones.

Fabricio Gómez en ‘Once Rosas’ (2000).

¿Qué le enseñó su experiencia en Cuba sobre hacer cine en Costa Rica?

Es interesante; creo que yo me formé en los festivales latinoamericanos de cine, en concreto puedo decir que fui varias veces al Festival de La Habana, al Festival de Cartagena de Indias, con Once rosas pude festivalear un poco más, pudiendo ir al Festival de Viña del Mar, incluso al Festival de Moscú. En todos estos festivales no solo aproveché para ver cine latinoamericano, sino para hablar con los cineastas; a cuanto cineasta veía me le sentaba a la par, ya fuera en el desayuno, en el transporte, y le preguntaba todo lo que yo podía preguntar, para mí esa fue mi verdadera formación, y tengo recuerdos muy bonitos con Marcelo Piñeyro, muchos argentinos, ahí fue donde también conocí a personas que después vinieron a Costa Rica y fueron muy importantes para Caribe. Entonces, sí, de La Habana tengo grandes recuerdos de esas experiencias, y también de ver el entusiasmo que generaba el cine en el pueblo cubano, y todo eso sirvió para avivar el fuego que me impulsaba a ser cineasta.

A la hora de hacer Caribe. ¿Qué fue lo más desafiante de pasar de un cortometraje a un largometraje?

Sin duda, la escritura de guión, que para mí es un proceso muy complejo y del que sigo aprendiendo cada día. En este caso también me basé en un cuento, El solitario, de Carlos Salazar Herrera, pero quería contar mucho más, y procuré que también tuviera la riqueza de otras subtramas, historias de amor, el contexto de mi país, todo eso resultó en que el guión fuera muy desafiante, porque ya no era una cosa de diez o quince minutos, sino de noventa. Después, el tema de los actores, porque al no hacerse cine en Costa Rica tampoco había mucha disponibilidad de actores de los que podía, digamos, “enamorarme”, porque eso es lo que hace una industria de cine: te permite tener mucha gente con mucha experiencia, y agarrar personas precisamente porque las ves en pantalla y ves lo que son y lo que dan; pero como aquí no teníamos esa posibilidad, el desafío estuvo en combinar talento nacional con talento de afuera, y aunque siempre quise que el casting internacional, en principio, fuera limitado, sí quería que el protagonista fuera de otro país, no solo por la película, sino porque para mí también sería toda una experiencia de formación. Al final, tuve la suerte de contar con el apoyo de Jorge Perugorría, y ese fue uno de los primeros grandes momentos emocionantes en mi carrera, inclusive mi papá, que es muy optimista y siempre me ha apoyado, no pensaba posible que él fuera a aceptar, pero aceptó, y eso no solo me llenó de alegría sino que me dio la confianza de poder entrarle a la película, porque Jorge no solo actuó sino que también fue un gran colaborador, y una persona que tuvo mucho humildad para ayudar en todo lo que podía.


Todo este esfuerzo fue recompensado al ver el impacto que tuvo Caribe, al ser, por ejemplo, la primera película costarricense en competir por los Premios Óscar en la categoría a la Mejor Película Extranjera. ¿Qué le dijeron todos estos logros sobre la vocación que había elegido?


Para mí fue un momento complejo, porque a partir de que había conseguido mucho apoyo de empresas para Once rosas, asumí que sería similar para Caribe y no fue así. Por eso, sin duda, fue una situación difícil en la que tuve que arriesgar dinero propio y contar con el apoyo del dinero de mi familia, algo que obviamente no estaba en mis planes, pero para entonces ya teníamos a los actores, ya tenía todos mis años trabajando, y decidí hacerlo de todas formas. No podía atrasarme porque los actores internacionales solo tenían cinco semanas para filmar, y de hecho ha sido la única película donde no me he atrasado ni refilmado con actores, y qué suerte, porque eso habría implicado traerlos de vuelta y muchos ya tenían otros compromisos. Recuerdo que Jorge Perugorría llegó a mi cuarto de hotel el último día de rodaje para regalarme un cuadro que había pintado, y ya para entonces se había afeitado la barba, es decir, ya había salido del personaje, y yo solo pensé: “Ojalá no haya que refilmar nada”; otro tema de riesgo fue el clima, porque era una zona donde podría haber llovido mucho, y etcétera. Por suerte logramos terminar bien, y como yo sabía que necesitábamos algún tipo de reconocimiento afuera (algo que me parecía importante para una película costarricense en una época en la que no había apoyo), me di a la tarea de festivalear, y por dicha la aceptaron en el Festival de Bogotá y después tuve la suerte, antes del estreno, de ganar el Premio a Mejor Director en el Festival de Trieste, que obviamente para mí fue una gran alegría, y después el Premio del Público en Huelva, que ayudó a que la película también tuviera mucha más autoridad y aceptación en Costa Rica, y sí, digamos que fueron los primeros premios importantes para un largometraje costarricense, y creo que por eso valió la pena digamos todo el gran riesgo que asumimos. Pero, a nivel económico, yo no tenía tan claro si la película se podría vender, al tener un actor o actriz de España y otro de Cuba, y digamos que, a pesar de ser una película para mayores de dieciocho años, mucha gente fue a verla, casi ochenta mil personas, y la opinión de la crítica nacional e internacional fue muy favorable, pero la película no recuperó su inversión. Entonces, digamos que para mí fue una historia agridulce, quizá un poco por mi ingenuidad entonces, de pensar que, como en ese momento se hacían tan pocas películas en Costa Rica, una película ya hecha tendría mucho valor, y no logró las ventas de afuera que yo esperaba. Fue todo un evento en Costa Rica, e inclusive mucha gente llegó a pensar que también había sido un éxito financiero, pero no lo fue.

A partir de eso, al ser su segundo largometraje, y anclado específicamente en Costa Rica, ¿diría que el rodaje de Gestación fue más, no necesariamente sencillo, pero sí un poco más fácil de manejar?

Totalmente. No fue más sencillo, porque también implicó un cambio radical, es decir, ya no tenía a los actores de gran experiencia que me podían ayudar, sino que estaba apostando por gente joven; pero sí aprendí la lección y el presupuesto fue mucho más reducido, las condiciones fueron, digamos, menos riesgosas, aunque tampoco es que fuera una película pequeña, porque implicaba filmar dentro de un colegio, tener a un montón de extras, y con una temática que nadie pensó que podía tener un éxito comercial, pero digamos que con toda la experiencia de Caribe, quise apostar por algo con mucho más sabor local, más sobre el corazón del país, y creo que si tuvo éxito fue por la manera en que la hicimos, por el entusiasmo de todo el equipo y el público, tal vez por esa mística y entusiasmo que aún despierta el hacer cine en Costa Rica y que no tiene, por ejemplo, el cine norteamericano, porque para nosotros hacer una película todavía puede ser algo muy inusual. Pero sí, en ese momento para mí era: “O lo logro, o no podré seguir con esto”, porque siento que, aunque la experiencia con Caribe fue muy hermosa y la disfruté, y quería seguir, en ese momento el tema económico me obligaba a que si Gestación no funcionaba, me sería imposible hacerlo. En aquel entonces aún no había fondos, creo que Ibermedia estaba apenas comenzando, y no quería meter un coproductor, porque quería que fuese una película muy costarricense, por eso digamos que sí lo di todo para que la película fuera rentable, y… creo que es algo que no debería decir yo, Luis, pero creo que lo fue. Creo que fue la primera película nacional que podríamos considerar un fenómeno, porque fue gustada y aceptada por personas de todas las edades y clases sociales que se veían representadas, con nuestra cultura, nuestros paisajes, nuestra forma de ser.

Yo sí diría que fue un fenómeno, Esteban. Recuerdo que entonces solo se hablaba de Gestación, creo que fueron como ciento treinta mil personas a verla en su primer año, o algo así.

Fueron ciento cincuenta mil personas, pero recordá que también la gente no estaba tan acostumbrada a ir al cine, y las redes sociales apenas estaban comenzando, entonces también, digamos que topé con la mala suerte de no contar con redes sociales más fuertes; pero sí, a pesar de todo fue una película que abrió el gusto por el cine nacional, inclusive más que Caribe. Y qué bueno, porque una cosa importante por señalar es que yo en esto nunca he tenido un Plan B, y como te dije, si Gestación no hubiera funcionado, probablemente me habría sido muy, muy difícil continuar.

¿Cree que las condiciones han cambiado para hacer películas del calibre de Gestación?

Digamos que en esa época, Luis, todavía era muy caro hacer una película. Aunque se filmó en digital, se proyectó en cines, y ya íbamos hacia la digitalización, que realmente ha sido la democratización del cine, aunque eso por sí solo ya implica otros desafíos; es decir, en estos momentos es más fácil que nunca hacer una película, pero es más difícil tener impacto, porque el nivel de contenido y competencia que hay ha aumentado, y aunque sigue habiendo este encanto, esta mística de hacer cine, ya hoy día no es tan exótico una película tica, porque ha habido varias, y eso es bueno, pero también hace que se vuelva complejo. Hoy día, algo “bueno” no es suficiente para que una película funcione, tiene que ser excelente, y eso no solo aquí, sino casi que en todas las industrias, incluyendo Hollywood.

Adriana Álvarez en ‘Gestación’ (2009).

Su trayectoria es una que se ha labrado con paciencia y esfuerzo; cada película ha tomado sus años, y la calidad del producto final lo justifica. Sin embargo, sé que usted desea acortar ese tiempo entre cada producción. ¿Cómo ve el tema del paso del tiempo?

Entre cada película, suelo pensar dos o tres, y no siempre la idea que uno desarrolla es la que se hace; así como los grandes estudios desarrollan en invierten en varios proyectos que al final no se hacen, nosotros a nivel independiente también. Yo tengo, por ejemplo, tres o cuatro guiones que, por distintas razones, no he realizado, o no he encontrado los actores que me apasionan, porque la parte actoral es de las que más me gustan, y a veces no continúo un proyecto porque no encuentro esos actores que me apasionan para invertir todo ese esfuerzo, porque al final contamos nuestras historias a través de los actores y son fundamentales. Eso, en primer lugar, y en segundo está que, por ejemplo, ahora con Ámbar, además de director soy productor y responsable financiero, entonces también en este momento me va a tomar un gran trabajo el tema de la publicidad y difusión de la película; y es algo que en otras industrias, como en Argentina o Estados Unidos, eso está más separado, es decir, el director dirige, el productor produce, y en este caso debemos hacerlo todo y lleva más tiempo, aunque también me gusta estar metido en la difusión de la película, que es igual de importante que la producción, porque de nada nos sirve hacer una película con la pasión con que la hicimos si la gente no se entera de la forma más adecuada. Y como te dije hace poco, en eso de que hay algunas ideas que no cuajan, pero que algo se mantiene y no le perdés fe, y después en uno o dos años empiezan a tomar forma, y esto es porque siempre me interesa mucho el contenido, es decir, yo trato de hacer películas cuyo contenido sea valioso, que pueda generar discusión, que me permitan sentirme orgulloso de también aportar algo a mi sociedad y al mundo, pero sobre todo a nuestro país, porque al final la película es de acá, y ese tipo de películas llevan tiempo, ya que la motivación principal nunca es el dinero.

Leynar Gómez en ‘Presos’ (2015).

Presos también fue una película que tuvo gran reconocimiento, y me parece entrañable el vínculo que existe entre el largometraje y el documental Los presos, de 1975, realizado por su padre, don Víctor Ramírez. ¿Sintió, durante el rodaje, esa conexión con el trabajo de su padre?

Absolutamente, y uno como director tiene que buscar esas conexiones personales, porque eso es lo que hace que realmente meta esa pasión, ese “extra” que tienen que tener las películas. Te mencioné que hacer el guión es un proceso muy difícil y desgastante, de muchos caminos donde es fácil perderse, y una de las cosas que me sirvieron como un norte era ese homenaje que deseaba hacer al documental de mi padre, que fue una de las razones por las cuales quise dedicarme a esto, porque cuando vi ese documental me conmovió mucho, y me hizo pensar distinto sobre los privados de libertad, me hizo ver que son, en su mayoría, personas poco privilegiadas, y no solo me impactó sino que quise lograr eso: crear sentimientos profundos sobre situaciones que no son tan cercanas a nosotros, que nos pueden abrir la mente y el corazón. Pero eso de rendirle homenaje al trabajo de mi papá también llevó un reto, y es que yo quería filmar en un centro penitenciario real, que fuera con privados de libertad reales, y entonces ahí sí había como una mezcla entre la ficción y el documental, que también me gustó mucho, pero claro, si no me hubieran dado la oportunidad de filmar dentro de una cárcel, yo no habría hecho la película, o si estábamos filmando y a los tres días los privados ya no querían que filmáramos más, obviamente no se iba a filmar, eso fue un gran riesgo que tomamos, y creo que uno de los encantos de la película es que tiene un poco de ambos mundos: documental y ficción, algo que me gustaría repetir.

¿Y cómo fue el proceso de crear un proyecto de ficción basado en un documental?

Implicó mucha investigación; como queríamos filmar la película en una cárcel, se logró visitando la cárcel y conocer algunos privados de libertad, entrevistarlos, y elaborar, junto con Walter Fernández, una historia que, ojalá, lograra lo que mi papá logró: hacer ver a esta población que se condena y contra la cual hay un prejuicio muy duro, y que, sin necesariamente justificarlos, sí los comprendan un poco más, porque no conocemos todas las circunstancias de por qué cada quien está ahí, en muchos casos son personas que vienen de condiciones muy desfavorables, y creo que tenemos que mostrar más bondad, saber que cualquiera puede cometer un error, cualquiera puede llegar a estar en circunstancias así, digamos que esa fue una de las metas que tenía, igual que mi papá.

Uno de los aspectos más interesantes es que usted, con Presos, destaca el mismo mensaje que el documental, sobre la empatía con las personas privadas de libertad, pero va un paso más allá, diciendo que la prisión no es solo un espacio físico sino emocional y psicológico.

Claro, y ese fue uno de los conceptos más importantes, que muchos se terminan liberando. Mike Tyson, por ejemplo, dijo que nunca fue más libre y feliz que en la cárcel, porque se curó de un montón de cosas; entonces hay que tener cuidado de saber quién está más preso, si los que están en las cárceles, o si nosotros, que estamos afuera y creemos que somos libres, y que lo tenemos todo, pero cuando nos damos cuenta puede que estemos igual o peor.

Fernanda Chaves y Carlos Villalobos en ‘La Boda del Tigre’ (2020).

Su siguiente largometraje fue La boda del Tigre, con un tono mucho más ligero, humorístico, en un ambiente idílico como la playa. ¿Diría que, además de la historia, también fue una experiencia muy distinta después de filmar algo tan denso como Presos?

Sí, digamos que, en teoría, a nivel de forma es una cosa totalmente opuesta a Presos, más lúdica, visualmente hermosa por ser en una de nuestras playas, porque la naturaleza de nuestro país es algo de lo que estoy muy orgulloso. Además, en ese drama/comedia/romance hay una temática que me parece muy costarricense, y es la envidia, y a partir de ahí también queríamos hablar sobre la amistad, porque, como dice el eslogan, la amistad se pone a prueba en los buenos momentos y no tanto en los malos. Pero también fue complejo, porque a partir de Gestación y Presos, pensé que lograría un poco más de apoyo, y no fue así, de hecho fue la película que menos tiempo tuve para hacer, tuve algunos problemas a nivel de casting, y también esperaba del público un apoyo mayor, pero digamos que, por el lenguaje y la temática, quizá a algunas personas no les gustó tanto ese tono de autocrítica. Pero, perdoná, ¿cuál fue la pregunta?

Creo que sí me la respondió, porque era sobre qué tan distinta fue la experiencia en comparación con Presos.

Pues sí, Luis, obviamente todo tiene su riesgo y, como te dije, quería hacer algo distinto, pero aun así tiene cosas de fondo que me parecen muy valiosas, y filmar una película es siempre una experiencia de la que se aprende algo nuevo, y creo que esos aprendizajes fueron importantes para Ámbar, porque ahora hablábamos de que pasa mucho tiempo entre película y película, y La boda del Tigre me ayudó a estar un poco más entrenado para Ámbar, que sabía que en esta nueva película sí tendría un apoyo importante, es la que más apoyo ha tenido a nivel de subsidios y fondos, y sabía que también iba a ser una coproducción entre Costa Rica y Argentina, y tenía que estar a la altura.
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