Sofía Quirós siempre admiró la forma en la que los niños llevan los duelos. Por eso, cuando era hora de armar su ópera prima, no quiso intelectualizar el tema: es la historia de una niña que utiliza la fantasía para superar las muertes.
Los análisis sofisticadores llegaron inevitablemente después de su
estreno en el prestigioso Festival de Cannes, pero para Sofía, la esencia del filme se resume a eso. “El proceso de hacer la peli fue soltar esa intelectualización que uno tiene como adulto de querer racionalizar y explicar todo”, dice la directora costarricense.
El resultado fue Ceniza negra, filme que se estrenará en el país el próximo viernes 13 de marzo en el marco del Costa Rica Festival Internacional de Cine (CRFIC).

Fotograma de ‘Ceniza negra’. Imagen cortesía del CRFIC.
Sofía Quirós estudió Diseño de Imagen y Sonido en Buenos Aires, Argentina, y fue hace cinco años que empezó a maquinar su primer largometraje. “(Fue) a partir de cuestionarme cómo se atraviesa el duelo y la muerte de alguien cercano en la infancia. Yo quería recordar qué pensaba yo sobre la muerte cuando era niña o adolescente, y a partir de ese disparador empecé a construir una imagen de Selva, la protagonista”.
La primera aparición de Selva en el cine de Sofía se dio en el cortometraje homónimo, el cual también debutó en Cannes en el 2017. Selva y Ceniza negra comparten protagonista y estética visual y sonora, pero más allá de eso no están conectadas. “La construcción del personaje: cómo se mueve, cómo habla, cómo baila, cómo se viste, es igual, pero son historias diferentes”, explica Sofía.
Selva es un docuficción de corte más experimental: allí prima la atmósfera sobre la historia. El corto está construido con planos sostenidos en los que Sofía acumula el tiempo para calar en los sentimientos de la audiencia. Hay una narrativa, pero está escondida entre el plano sensorial que anticipa una separación ineludible entre Selva y su hermano.
Sofía mantiene esa estética con Ceniza negra, pero la amarra a un relato más tangible. “Mi idea fue hacer ese viaje sensorial pero anclado a una historia más concreta. Traté de construir personajes complejos que generen identificación o rechazo, todo eso que a veces lo experimental deja un poquito de lado.”
Aún así, explica, quiso mantener el portillo de la multiplicidad de lecturas abierto. “Es una película que sí tiene una historia bastante clara, pero a su vez permite un viaje en el espectador, uno tiene que entregarse a no explicarlo todo, a que hay muchas preguntas que no se responden o que uno resignifica, no necesariamente la película lo da como una conclusión”.

Ceniza negra cuenta la historia de Selva, una joven de 13 años que atraviesa una serie de duelos en su vida. Selva deberá tomar una decisión difícil que podría significarle atravesar sola sus últimos días de infancia.
Durante el desarrollo de la película, Sofía vivió también unos duelos que le hicieron reafirmar esta premisa de que la fantasía infantil es una herramienta de supervivencia. “Cuando cuestionamos cómo los niños ven la muerte, como que lo subestimamos, y en realidad ellos tienen una visión de la muerte muy sabia. Tienen una capacidad de atravesar el duelo a través de los juegos, de la magia, muy natural, ¿sabés?, sin victimizarse (…) cuando uno vive un duelo en realidad está en una etapa muy mágica de la vida, como que se conecta con otras dimensiones, se percibe distinto, se empieza a sentir que los que se van están en otro plano y eso tiene que ver mucho con la imaginación y la fantasía que nosotros vivimos cuando somos niños”.
El filme está protagonizado por actores no profesionales oriundos de Limón. Smashleen Gutiérrez, quien encarna a Selva, se la toparon en una verdulería limonense. “¡Ahí está Selva!”, le dijo Francisca Saez, su directora de fotografía, mientras compraban bananos, según explicó Sofía
en una entrevista con Culturizarte. Este azar también se repitió con Humberto Samuels, quien interpreta al abuelo de Selva: Tata. A Humberto lo encontraron originalmente en un hogar de ancianos.
“A mí me gusta mucho trabajar con actores naturales, me gusta el proceso, creo que necesariamente lo convierte en un proceso bien inmersivo, bien documental. Desde el planteamiento de la película naturalmente llevaba ese camino”, dice.
“Nunca leyeron el guion, yo les iba contando lo básico, la esencia del personaje, cuál era la evolución básica, luego íbamos trabajando mucho durante los rodajes, escena por escena, las emociones que atravesaba el personaje sin ponerlo en un papel”.
Cuenta, por ejemplo, que si necesitaban que el personaje de Humberto se sintiera feliz, ponían música de Elvis Presley o salsa en el set y todo el equipo de producción bailaba para acompañar a Humberto hacia ese sentimiento.
“Son edades que son muy esponja, los niños y los adultos mayores creo que están muy perceptivos a los estímulos, uno como adulto quiere complicar las cosas y son más sencillas de lo que parecen. A mí me funcionó más como directora tratar de llevarlos a cierto estado más que racionalizar lo que tenían que pensar”.
Aunque originalmente no tenía previsto a Limón como locación del filme, la costa caribeña jugó un papel primordial en la transmutación de la película. “Cuando fuimos entrando un poco en investigación, nos dimos cuenta que muchos rituales que tienen cuando alguien se muere, principalmente en el Caribe sur, cómo se abordan los entierros con una mirada un poquito más festiva, una visión menos nostálgica y más de celebrar la vida, se conectaban directamente con la visión que tiene esta niña sobre la muerte. Eso lo fuimos incorporando en el guión y fuimos transformando el espacio”.
“Limón se siente mucho en la peli, porque al ser actores naturales permitimos que todo lo natural que traían ellos empapara la historia, entonces sí es bien limonense, pero a través de los personajes. O sea, no es una postal de Limón, podés verla y no darte cuenta que es Limón. No se menciona, es más los personajes que ya lo traen todo en su cuerpo y la forma de hablar”, dice Sofía.
Ceniza negra participará en la Competencia centroamericana y caribeña de largometraje del CRFIC. Dentro del certamen tendrá tres funciones los días 13, 15 y 16 de marzo.
En este enlace puede encontrar más información sobre dónde verla.
El filme llegará a salas comerciales costarricenses durante el primer semestre del 2020. Recientemente tuvo
su estreno comercial en Francia el pasado 4 de marzo.
La cinta fue producida por la costarricense Mariana Murillo con Sputnik Films como casa productora.