Erika lo describe, y aunque puedo imaginarlo, no puedo saber con exactitud cómo se debió haber sentido luego de regresar de Los Ángeles a Costa Rica. Fue en marzo de 2020, una breve estadía que, según anticipaba la cineasta, no duraría más de un mes… y entonces marzo se convirtió en abril, abril se convirtió en mayo, y en medio de la incertidumbre, y tras cambiar el pasaje de vuelo una y otra vez, Erika comprendió que la mejor decisión (la única posible en aquel momento) era quedarse en Costa Rica y esperar.
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