Centroamérica

Opinión: Sobre ‘esa escena’ en ‘Los dos papas’

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Por: Jorge Arturo Mora*

*El siguiente artículo contiene ligeros spoilers de ‘Los dos papas’. 

Cuando fenómenos sociológicos tan grandes como la Iglesia Católica llegan a la gran pantalla, es muy difícil separar la película que vemos de la que anhelábamos que fuera.

Con Los dos papas, el tema es mucho más que sensible pues bien sabido es que la nueva apuesta de Netflix imagina conversaciones nunca sucedidas entre los dos sumos pontífices vivientes.

La premisa con la que se pudo vender el proyecto quedó atrás: cómo un papa “liberal” (Francisco) confrontaba sus creencias con un papa “conservador” (Benedicto XVI). Si bien, la película se atreve a tocar las filosofías casi disonantes entre ambos pontífices, el tema principal de la película gira hacia otro frente: un recordatorio de que los Vicarios de Cristo en la Tierra son humanos y están lejos de ser santos.

He ahí una de las grandes virtudes del filme, pues crea un retrato humanizado tanto de Jorge Bergoglio como de Joseph Ratzinger. Esto no significa que estén exentos de señalamientos o culpas, sino que permite colocar a los papas como dos personas más de este mundo.

Personalmente, considero que la película realiza un equilibrio justo entre los dos lados de la balanza. En manos de otros guionistas, el filme pudo simplemente dejar a los papas como dos personas corruptas que quieren ascender en la cúpula del clero por sus propios beneficios, o al contrario, se pudo realizar un retrato benevolente sobre dos buenas personas que aspiran a la santidad en búsqueda de la paz mundial.

Pero no. El filme fotografía a ambos papas como personas buenas, pero con errores execrables. Su ascenso al papado deriva de sanas intenciones, pero también la cinta nos adentra hacia sus controversiales antecedentes.

Primeramente sucede la inmersión hacia el pasado de Francisco, quien abandonó a sus pares jesuitas en una muy polémica negociación con la Junta Militar de su natal Argentina. Este retrato incisivo se ha agradecido pues deja en claro que la película no quiere ser un biopic de relaciones públicas para Francisco.

Por el otro lado está Benedicto XVI, con quien se suscita una polémica que cada vez provoca más ecos en redes sociales. En el filme se acusa a Ratzinger de conocer sobre las violaciones y abusos que realizó su mano derecha.

El clímax de esta denuncia ocurre en una escena puntual: cuando Benedicto XVI le pide a Francisco que lo confiese. “¿Recuerda al padre Maciel?”, le dice Ratzinger a Bergoglio, antes de empezar la confesión.

Una vez comenzado el sacramento, el director Fernando Meirelles toma una decisión polémica: disminuye el audio de la confesión de Ratzinger hasta su desaparición e inunda la pantalla con un pitido que convierte las palabras de Benedicto en algo ininteligible, dejando a la audiencia únicamente con las caras de ambos pontífices.

La confesión ocurre y, pasados unos cuantos segundos, Francisco reacciona: abre bien sus ojos e incluso se levanta de su silla para reclamarle a Benedicto XVI.  “¡Pero usted lo sabía!”, le grita, haciendo clara referencia a los abusos del padre Maciel.

¿Dónde deriva la polémica? Una parte de la audiencia muestra enojo porque, a su criterio, el público debió escuchar lo que Ratzinger dijo en su confesión.

Pero, ¿qué diferencia hubiese hecho escuchar las palabras de Benedicto? Es claro que lo que está confesando es su complicidad en el escondite de estas terribles acusaciones. El filme está condenando a Ratzinger.

Además, desconocer explícitamente lo que pudo cometer el padre Maciel (y su posterior encubrimiento) provoca un horror existencial digno de la más espantosa película de terror.

Mucho más que justificada está la decisión de Meirelles en tanto esta escena funciona como un gran recurso dramático: nos dejamos llevar por las miradas de los papas y por su respectiva reacción.

¿Que hubiese sido interesante que el filme fuera más incisivo en este tema? Posiblemente, pero esa sería otra película. Los dos papas condena a Ratzinger en esta escena puntual y sería injusto traer abajo los méritos del filme porque parte de la audiencia anhela que la película fuese otra.

Más allá de la profesión de fe que cada uno pueda tener, Los dos papas ha incomodado a las dos vertientes. Al sector religioso, por atreverse a tocar temas polémicos de las vidas de los pontífices; a la audiencia ajena al Clero, por no crucificar en cada segundo de metraje a Benedicto y Francisco.

Sin duda, la complicidad de Ratzinger con las acusaciones es injustificable y digna de culpa (incluso semanas después del lanzamiento de la película se conoció que Benedicto ocultó casos de pedofilia), pero ese es un tema distinto a la herramienta que puede utilizar un director dentro de su película, pues la omisión de sus palabras no resta peso al señalamiento sino que juega a favor como recurso dramático.

*Jorge Arturo Mora es periodista y realizador audiovisual, redactor en los suplementos Viva y Revista Dominical del periódico La Nación, cofundador de la revista digital La Cuarta CR y podcaster en Segundas impresiones de la comunidad audiovisual deleFOCO.

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