
La historia de la animación como la conocemos, no comienza en las grandes empresas diseñadas para vender juguetes, ni con cuentos de hadas de reinas malvadas, enanos, o manzanas envenenadas. Comienza con una obra que jamás se realizó, en las tierras del mate, Martín Fierro, y donde la mano de Dios nació: Argentina.
Nuestra historia comienza en la imaginación de un argentino llamado Quirino Cristiani, dibujante de parodias políticas muy populares en su época. Tal fue su éxito que el productor Federico Valle lo contrató para dibujar caricaturas e incluirlas en cortometrajes informativos. Esto forzó al Quirino a explorar distintas técnicas para hacer que sus dibujos se movieran, inspirándose en los títeres de papel de los teatros callejeros.
Desarrollando métodos de movimiento y fotomontaje, logró crear caricaturas que mostraban el contexto político de manera divertida y fueron tan populares que Cristiani decidió crear el que sería el primer largometraje animado. El Apóstol, una sátira política sobre el entonces presidente argentino Hipólito Yrigoyen, fue estrenada el 9 de noviembre de 1917, en una única proyección que hizo reír a muchos, y enojar a otros.
A pesar de que la película fue muy popular en su época por su revolucionaria técnica de animación, las copias del filme se perdieron en un incendio en el estudio, al cual solo sobrevivieron varias imágenes y material de la producción, volviendo a El Apóstol un texto apócrifo que vive en la tinta quemada de las plumas argentinas.
Una historia tan fantástica y realista que parece salida de la imaginación de Garcia Márquez, pero fue un evento real de la historia de la animación latinoamericana, situaciones surreales que habitan en el inconsciente, afectando incluso nuestro propio arte, un realismo mágico que existe en el papel y la caricatura.
Tomemos como ejemplo el cortometraje colombiano de los años setenta, titulado En el país de la Bella Flor de Fernando Laverde, pionero de la animación ‘stop-motion’ en Colombia.
El corto nos transporta a Bella Flor, tierra donde los cánticos de un espantapájaros llamado Picofino iluminan los días de los sencillos habitantes del pueblo y su diario trabajo. Todo cambia cuando el Gobernante, bajo la falsa promesa de un cambio positivo, somete al pueblo a un régimen represivo.
Pronto las interminables jornadas de trabajo y el aumento excesivo de impuestos llevan al pueblo a la inconformidad. Sin embargo, todo aquel que levanta la voz ante estas injusticias, es inmediatamente encarcelado. A pesar de los abusos, las personas encuentran esperanza en la música del espantapájaros, que en poco tiempo convence al pueblo de enfrentarse al gobernante y luchar por su libertad.
La película trata temas relevantes a la historia colombiana, combinada con una estética familiar y una realidad fantástica que sin negar los eventos crueles del pasado, muestra la esperanza a través de un espantapájaros cantor que simboliza las voces revolucionarias de la época de los ochentas.
Traslademos ahora a la Habana en los años treinta, donde la revolución está llegando a su auge en las calles, los jóvenes bailan al son de la bala y los ritmos caribeños, y vampiros capitalistas desean tomar control de una fórmula que les puede permitir pasear a plena luz del dia.
Esa es la trama que nos propone la película de Juan Padrón: Vampiros en la Habana, utilizando la simbología de los vampiros como aquellos intereses externos que deseaban a toda costa tener el control del Caribe, sin importar lo que el pueblo de aquellas tierras tuviera que decir. Sin duda una historia que se mueve al ritmo de son cubano.
Pero ese subconsciente onírico no solo nos acompaña en las obras de ámbito político, también es parte de nuestro ambiente, en la exploración de nuestros alrededores, y de cómo estos nos afectan, aun sin darnos cuenta.
Esa es la exploración de un joven en la película brasileña El niño y el mundo de Alê Abreu, donde el pequeño deberá salir de su aldea descubriendo un mundo dominado por aliens y máquinas. La belleza del arte en esta película está en sentir que acompañamos al niño en un sueño, no sabemos que hay más allá de las fronteras de lo que conocemos, y la curiosidad del joven se ve representada a través de las formas coloridas de objetos que son cotidianos, hasta aquello que es peligroso se convierte en una invitación a lo desconocidos, llamativo en su forma inocente pero capaza de desgarrarte si tiene la oportunidad, aun así preservando una inocencia incorruptible .
Todas estas historias parecen fragmentos esparcidos en nuestra memoria, que suelen estar combinadas con esos sueños anecdóticos de un ayer casi inexistente, como pasar por la adolescencia.
Esta es la vida de Paola, protagonista de Virus Tropical, una joven que existe entre fragmentos, dividida entre las creencias de su padre pastor de iglesia, las visiones de su madre vidente, y la más brutal de las bestias: La adolescencia. En esos mismos fragmentos la animación nos cuenta la historia de la joven, utilizando secuencias oníricas que reflejan el pensar de Paola, como cuando vemos un espermatozoide con rostro y actitudes antropomórficas, o cuando la imaginación de la niña parece trascender a lo real, y el mundo a su alrededor sigue igual, inmune a estas maravillas.
El riesgo no solo se vive en el viaje de la vida o en sus ciclos cambiantes, también en el amor, donde muchos dirían que el peligro es más presente y el dolor muy intenso, aun habiendo poetas que viven del amor de sus musas. El amar es enfrentarse a lo desconocido, al universo distante de cada persona, pero aun así valiendo cada dolor y lágrimas. Ahora, imagina qué tan grande es un amor que dura mil vidas.
Una propuesta que el brasileño Luis Bolognesi nos presenta en la película Río 2096: una historia de amor y furia, en la que una pareja de amantes está destinada a enamorarse en cada una de sus vidas, un amor que es una lucha constante, ya que en cada reencarnación son las víctimas de fuerzas opresivas que solo buscan el control total, en una vida son indígenas enfrentándose a la colonización portuguesa, en otra esclavos ansiosos de libertad, manifestantes durante la dictadura, y revolucionarios en un futuro distante… Diferentes caras, nombres distintos, pero ese amor cambiante y eterno, es la esperanza que les permite seguir aun con todo en contra.
Pero la infancia, la adolescencia y el amor, no borran el dolor del pasado, y la voz de este se puede escuchar en las sombras aunque las luces están prendidas, ya que es inamovible pero no por eso inmutable a nuestro presente.
Esta aceptación al pasado nos la propone la cinta chilena Casa Lobo, que retrata los acontecimientos ocurridos en la Colonia Dignidad, un asentamiento sectario fundado por inmigrantes alemanes en Chile, donde niños fueron utilizados para experimentos bacteriológicos y abusos constantes que hasta hoy sigue siendo un hecho desconocido por las personas.
El filme se presenta a sí mismo como una fábula, un sueño combinado con recuerdos dolorosos, donde las imágenes cambiantes cuentan una historia cruel: un lobo acecha a una joven que se encierra en una cabaña en medio del bosque, la bestia misma parece un ser mitológico, capaz de aparecer en los rincones del lugar, o tal vez siempre fue la casa. Los niños que la habitan poco a poco se convierten en cerdos, perdiendo su voz, dejando solo un chillido enfermo de hambre, y la joven observa el mundo derrumbarse con mucha calma, pues este ya la destrozó a ella.
Estas obras son muy distintos entre sí, sin embargo se entrelazan con frecuencia al utilizar la maravilla de lo desconocido a su favor, cuentan su historia evitando lo convencional, porque la vida misma raramente lo es, exponiendo sus colores aun en lo blanco y negro.
Solo son algunas de las historias en las que lo onírico se vuelve tinta, donde nuestras realidades muestran su magia incontrolable, nosotros somos puentes de lo maravilloso, donde el dolor no nos detiene y se vuelve compañero forjador de cuentos. Esta es una realidad mágica que se muestra en nuestro arte, donde las líneas de colores bailan al ritmo de nuestras infinitas historias.
Donde todo empezó en la imaginación de un argentino que se burlaba de los políticos, y continúa sin final en la inspiración de aquellos que viven sus historias únicas, pero cuyas imágenes nos conectan a todas las personas