Centroamérica

Rashōmon: más allá de sus fronteras

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Título original: Rashōmon (羅生門)
Director: Akira Kurosawa
Género: Drama Histórico
Duración: 88 min
Año: 1950
Productora: Daiei Film

Me gustaría partir de la siguiente afirmación: Rashōmon es un clásico. Y un clásico, en lo que a cine se refiere, es una categoría especial conferida a aquellas obras que se han acercado tanto al ideal —ya sea de la belleza o de la verdad— que han roto las barreras de su cultura y de su tiempo para volverse universales. Es por esta razón que, al otro lado del mundo y 71 años después, Rashōmon sigue cautivando a su audiencia.

Hablaré primero del fondo y después pasaré a la forma. Es decir, hablaré primero de la historia y después de cómo Kurosawa decidió contarla empleando el lenguaje cinematográfico.

Rashōmon es, dramaturgicamente hablando, una película sobre la redención. La historia es simple, quizá demasiado: un leñador comete un robo y después miente ante un tribunal para ocultarlo. Los eventos que presencia a continuación le hacen reflexionar sobre sus propias faltas morales; esto lo lleva a confesarse y a realizar una buena acción para redimirse de su errores.

Sin embargo, la manera de narrar esta historia es todo menos simple. Kurosawa emplea un doble flashback para mostrar, primero, los recuerdos que tiene el leñador sobre las declaraciones de un bandido, un samurái y su esposa, ante el tribunal, y después, los recuerdos de cada uno de estos tres personajes en relación a un evento común.

Este recurso le permite a Kurosawa salirse de la linealidad de una historia cronológica y comenzar desde el final, invitando al espectador a sentarse junto al leñador, el monje y el peregrino, bajo la gran puerta de Rashō, a escuchar las versiones del bandido, el samurái (quien habla a través de una médium) y la esposa de este, sobre el asesinato del samurái.

Y es aquí cuando la película se pone interesante, ya que cada una de las versiones no sólo son diferentes, sino que incluso son contradictorias. Los tres personajes se atribuyen la muerte del samurái, cada quien presentando una versión ideal de sí mismo, pero alejada de la verdad.

Presenciar estas tres narraciones se convierte en un evento traumático para el peregrino y el monje. Para el primero, porque son el reflejo de su propia sombra y le recuerdan sus faltas morales y, para el segundo, porque hace que su fe en los hombres flaquee. “Si no hay confianza entre los hombres, la tierra bien podría ser un infierno”, llegará a afirmar el monje.

Para comprender mejor la temática del filme, así como su intención persuasiva, es importante ubicarse históricamente. Rashōmon se desarrolla en el Japón feudal, durante los últimos años del período Heian (794 -1185), una época de convulsión social marcada por el declive de la aristocracia y el surgimiento de los samuráis como una clase militar poderosa.

Toshirō Mifune, en el papel de Tajomaru, y Machiko Kyō, como la esposa del samurai, en una de las escenas más emotivas del filme.

“Guerra, terremotos, vendavales, fuego, hambre, la plaga… Año tras año no se ve otra cosa más que desastres. Y los bandidos caen sobre nosotros cada noche (..)”, dice uno de los personajes al inicio de la cinta. Es un período de pesimismo y desesperanza para el pueblo japonés. No muy diferente al período de posguerra en el que fue rodada la película.

Es en estos años de profundo cambio social, cuando Japón todavía estaba ocupado por las fuerzas aliadas, que Kurosawa estrena un filme con el cual el pueblo japonés se pudiera sentir identificado; con unos personajes llenos de desconfianza y desmoralizados. Pero también, una película que persuadiera a sus coetáneos de que, a pesar de la difícil situación que estaban viviendo, todavía quedaba un atisbo de esperanza.

Pasaré ahora a la forma. Para esto, analizaré algunas secuencias específicas del filme con el fin de comentar a mayor profundidad sobre diversos aspectos del lenguaje audiovisual. Comenzaré con un plano de la primera secuencia, la cual sólo tiene una escena, en donde un leñador y un monje le comentan a un peregrino sobre un suceso que acaban de presenciar.

A nivel general, en esta película podemos encontrar cuatro escenarios: la puerta de Rashō, el bosque, el juzgado y la playa. El siguiente plano es del primer escenario.

La secuencia a la que este plano pertenece tiene como finalidad introducir al espectador en el ambiente del filme. La puerta de Rashō, la cual en su momento fue la entrada a la antigua capital de Heian-Kyo (hoy, Kioto), está destruida. Debajo de ella un monje y un leñador se escampan de un aguacero torrencial. A lo lejos, en el paisaje, no se observa otra cosa que ruinas.

La composición de la imagen es interesante, ya que la puerta enmarca al monje y al leñador, haciendo que la atención del espectador se pose sobre ellos. La lluvia, los grandes pilares de madera que sostienen la puerta y la mirada de los personajes tienen una misma dirección y, por lo tanto, dirigen la vista del espectador hacia el piso.

Debo resaltar que Rashōmon es una película sustentada en el diálogo; en excelentes diálogos. Y en esta primera secuencia, en particular, el diálogo juega un papel fundamental. No es sólo lo que se dice, sino cómo se dice, lo que cautiva al espectador.

Además de las excelentes interpretaciones de Takashi Shimura, Minoru Chiaki y Kichijirō Ueda, en los papeles del leñador, el monje y el peregrino respectivamente, el uso de planos medios y primeros planos ayuda a resaltar los diálogos y les da fuerza.

Este plano pertenece a la segunda secuencia del filme: el leñador está contando, en un juicio, cómo fue que encontró el cuerpo de un samurái asesinado. Está compuesta por dos escenas; la primera se caracteriza por el gran número de planos que emplea —29 en total— y por la alternancia entre estos. También es una escena con muchísimo movimiento, tanto a lo interno del plano como en los movimientos físicos y ópticos de la cámara.

La presente escena es una de las más interesantes de la película ya que, narrativamente hablando, aporta muy poco y, sin embargo, tiene una duración considerable (4 min). Más bien, parece una licencia que se dio Kurosawa para construir un juego visual estéticamente bello y que, de paso, ayudara a presentar el escenario donde se desarrollará el resto de la cinta.

Para ir finalizando, me gustaría mencionar brevemente el uso de la música en Rashōmon. Lo primero que debo decir es que la música tiene un gran protagonismo en toda la película, especialmente durante los flashbacks de cada uno de los personajes.

Además, esta tiene una función connotativa dentro del filme ya que, principalmente, Kurosawa la emplea para enfatizar acciones físicas o dramáticas.

Es imposible no mencionar, aunque sea de manera somera, las fantásticas actuaciones de Toshirō Mifune, en el papel de Tajomaru, Machiko Kyō, como la esposa, y Masayuki Mori, interpretando al samurái. Especialmente la histriónica interpretación de Tajomaru, en la cual se refleja toda la locura de este personaje, es para quitarse el sombrero.

Aunque con menos recursos tecnológicos que los que hoy día existen, pero quizá con más creatividad, Rashōmon es una cinta que le sigue hablando al espectador moderno. La belleza en el tratamiento cinematográfico de la imagen y el sonido, así como la capacidad de Kurosawa de contar una historia, en fondo y forma, que llegue a lo más profundo del alma del ser humano, convierten a Rashōmon en una obra imperecedera; un indiscutible clásico del cine japonés y universal.

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