
Por Daniela Granera.
Gabriel Serra es un director y cinefotógrafo nicaragüense, nacido en 1985. Viajó a México, donde cursó un taller de documental del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), y su proyecto de tesis La Parka fue nominado a los Premios de la Academia en 2018.
Ha trabajado como director de fotografía en documentales como Rush Hour (2018) y Paths of Love (2019). En 2020 estrenó su primer largometraje documental, llamado El Mito Blanco, un proyecto que retrata la vida de los nicaragüenses que deben migrar a otros países en busca de nuevas oportunidades. Entre 2018 y 2019 filmó Liliana, documental seleccionado para la 10° edición del CRFIC, y que narra la vida de una señora italiana viviendo en tierras costarricenses.
¿Cómo empezó tu sueño de estudiar cine?
Inicié en las artes, haciendo fotos y videos, desde que tengo dieciocho años y cursaba la carrera de Comunicación y Periodismo en la Escuela de Managua, en la Universidad Centroamericana. Me interesé mucho por la fotografía y la escritura. Un gran amigo me invitó a un colectivo de arte guiado por Patricia Belli, y ahí comencé a hacer videoarte formalmente. Después de terminar la carrera, yo quería buscar una especialidad en fotografía y encontré el Centro de Capacitaciones Cinematográficas de México, vi una oportunidad, apliqué y me vine a México; fue una oportunidad muy linda, porque la escuela es muy completa y especializada. Cursé Fotografía con especialidad en Cine. Desde la niñez hasta la actualidad ha sido un proceso de maduración, de por un lado empezar con la intuición, con lo poco que tenía y las ideas que quería hacer y los talleres que llevaba, los espacios a los que acudía, y después venir a México, irse especializando mucho en la técnica, en ver las cosas, escribir mejor los guiones, a colaborar y trabajar de forma más asertiva con los colectivos y ese fue un poco mi proceso para el arte y meterme en el cine.
¿Cuánto tiempo tienes de vivir en México?
Me vine en el 2008, pero en el 2015 regresé a Centroamérica, viviendo en Nicaragua; en el 2018 viví en Costa Rica hasta el 2020 y ahora regresé a México otra vez.
¿En qué te inspiraste para realizar La Parka?
La Parka fue un proyecto del taller de documental en la escuela de cine donde estudié, y me interesó de dónde provenía tanta carne en la ciudad, la respuesta de esta pregunta en un rastro donde se distribuye la mayoría de carne en la ciudad y más profundamente y me encontré con una cadena que se llama “Efraín”, también apodada “La Parka” y la búsqueda y curiosidad de esa vivencia que tenía a diario mientras estudiaba me llevó a profundizar en este personaje y realicé un trabajo visceral y poético que hace una analogía entre las muertes que tiene Efraín con las vacas que mata a diario en el rastro.
¿Qué fue lo primero que pensaste cuando te dijeron que ibas a ser parte del CRFIC?
Para mí es un honor ser parte del CRFIC; es mi primer proyecto que mando y aceptan, yo soy director y fotógrafo, director de documentales, pero vivo más de fotógrafo. Realizar este proyecto es muy lindo, más en este país que me gusta mucho, la gente, su naturaleza y pues como estuve viviendo del 2016 y más fijamente del 2018 y 2020, fui conociendo más del CRFIC, asistiendo a películas muy importantes que pasaban por ahí tanto centroamericanas como de varios países, y el nivel de procuraduría para mí es el mejor de Centroamérica con una selección muy linda de películas en un ambiente muy agradable.
¿Cómo surgió la idea de crear Liliana?
Liliana nace como otro gran proyecto con el cual ganamos El Fauno e Ibermedia en Costa Rica, y que se llamaba El Mito Blanco, la película que realice en el 2019 de la mano con mi pareja Melissa y con equipo de trabajo increíble con Octavio Barrantes, Lucía Vásquez, entre otros, como Gabriela Rivas Feoli. Fue un proceso muy lindo en el pudimos hacer un retrato de cuatro comunidades, tres invisibilizadas: afrodescendientes, nicaragüenses y en distintos puntos del país. Conociendo la zona de San Vito quería, por contraste, teñirla de la familia italiana, los italianos, que han tenido una admiración en condiciones bastantes distintas de los otros mencionados anteriormente y pues en el proceso de investigación, una historia me llevó a la otra, buscando la italiana en San Vito me llevó a conocer a los indígenas Ngöbe-Buglé que están en El Mito Blanco, entonces en un momento yo estaba editando El Mito Blanco y ya no había espacio para la historia italiana, así que decidí hacer un corto de esa historia, me parecía fascinante, me pareció que tenía una serie de elementos súper lindos en el que tenía otras historias en el amor y una familia con una permanencia cultural a pesar de la distancia y de los años y la resistencia que tienen algunos grupos, en este caso los italianos conviven con indígenas y con mestizos en esa zona, entonces fue un proyecto que nace de esa manera, nace de haber ambicionado algo donde había un conjunto de emigrantes y sobre esta historia con todo lo que filmamos, entonces dije: “Vale la pena, por el honor de esta familia y esta historia, hacer un corto.”
¿Cuánto duró la filmación de Liliana?
La filmación de Liliana duró tres semanas; una semana en diciembre de 2018 y otra en enero y febrero de 2019.
¿Por qué realizó el corto de la vida de Liliana aquí en Costa Rica y no en otro país?
Estaba viviendo en ese momento en Costa Rica, entonces me pareció importante la idea romántica de un grupo emigrante italiano metido en la montaña, me pareció un cuento de hadas, o sea un grupo de emigrantes que vivían metidos en medio de la selva, en medio de la naturaleza y que crearon una comunidad; me pareció una comunidad romántica, me pareció una idea que leí en los periódicos estando allá, como una idea interesante y fascinante. Después investigando nos fuimos con Melissa a conocer allá, nos encantó el pueblo, nos encantó la dinámica, aunque ya no se sentía tanto esa italianidad en la comunidad pero aún había vestigios de que pasó por ahí un grupo importante de italianos y que están todavía viviendo.
¿Por qué realizó este abordaje para el documental, sin incluir narraciones o muchas entrevistas?
Es un estilo que vengo marcando, trabajando hace rato, que es una voz en off, el documental sí tiene momento de entrevista, algo muy sencillo como viendo a cámara con un fondo negro siendo el unico momento hablando a cámara, casi como un retrato de una persona en el olvido, justo cuando habla de su madre. A mí me encanta el cine, el poder observar a las personas, poder observar a la gente de tal manera que esa observación sea aguda, que esa observación se vuelva como un lápiz que te va contando la edición o conjunto a la edición te va contando la vida de las personas, sus conflictos y peripecias; en ese sentido, mezclar el cine directo, observacional con testimonios con voz en off me parecía fenomenal y más para una película sobre una sola persona, ya que era más sencillo entender un poco que estábamos hablando de ella y su relación con su entorno y con la persona que la cuida, que es Leila.
¿Cómo fue para usted realizar este cortometraje desde su vivencia personal?
Fue muy lindo, porque yo en Costa Rica soy inmigrante y en México también soy inmigrante, entonces, para mí, entiendo las luchas que Liliana y su grupo han podido hacer en el país, entiendo los privilegios que también por mi raza o color de piel, en este caso, puedo yo tener frente a otros; mientras viajabamos hacia San Vito en los buses, cuando yo decía que era nicaragüense, la gente no me creía, porque decían que la gente que migra de Nicaragua es más morenita, entonces para mí fue una experiencia bien parecida, un poco el choque que pudo tener Liliana cuando llegó a ese pueblo, en donde, con el tiempo, eso se va diluyendo, los hijos de Liliana ya son costarricenses y ya la idea de la raza, de la etnia y de la piel ha trascendido la identidad de la persona, como ahora habemos muchas personas con distintas etnias y razas viviendo en distintos países.
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