Rashōmon es, dramaturgicamente hablando, una película sobre la redención. La historia es simple, quizá demasiado: un leñador comete un robo y después miente ante un tribunal para ocultarlo. Los eventos que presencia a continuación le hacen reflexionar sobre sus propias faltas morales; esto lo lleva a confesarse y a realizar una buena acción para redimirse de su errores.
Cuando pensamos en París, pensamos en la ciudad del amor, la moda y el arte, en los cafés al son de acordeones, en la torre Eiffel, Notre-Dame y el Louvre; y quizá no en las personas que comen de la basura y duermen en cartones a lo largo y ancho de la ciudad, ni en las innumerables carpas de refugiados bajo los puentes y en las plazas, y sin embargo allí están, y la película está comprometida en mostrarnos un París más oscuro.
Viaje a la luna es reconocida hoy como la primera película que contó una historia con planteamiento, nudo y desenlace y, casi 120 años después, todavía es un filme que vale la pena ver. No solo por su importancia histórica en el desarrollo del cine, sino, como bien lo planeó Georges Méliès, porque es una película que divertirá a su público.
En este momento se encuentra en exhibición en las principales salas de cine del país (y del mundo entero) el remake del clásico animado de Disney de 1994, El Rey León, esta vez bajo la dirección de Jon Favreau y mostrado a través de un live action (la compañía del ratón insiste en llamarlo así) que es estéticamente una obra de arte pero que carece de la arropadora emoción que poseía la versión original.