Centroamérica

Cuatro razones por las que ‘Parásitos’ se ha convertido en un fenómeno global

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La obra del surcoreano Bong Joon-Ho es un parásito que provoca fiebre. El éxito cosechado en los circuitos especializados (Palma de Oro en Cannes, Globo de Oro como mejor película extranjera y ahora nominada a 6 premios Oscar) se ha esparcido también en la aceptación del público. 

Esta sátira/drama/thriller sobre una familia de clase baja que se infiltra en una casa millonaria ya ha recaudado más de $130 millones alrededor del mundo. El fenómeno se replicó incluso en Costa Rica, donde la película ha sobrevivido más allá de las dos semanas típicas de los filmes ajenos a Hollywood. 

Aunque era difícil de vaticinar que una película del otro lado del globo acaparara la conversación, ya en perspectiva se esclarecen las condiciones del éxito de Parásitos

Una Palma de Oro muy entretenida

A diferencia de la mayoría de las ganadoras de la Palma de Oro de los últimos años, Parásitos se antoja digerible para todo el público. No tengo nada en contra de El Árbol de la vida de Terrence Malick, por supuesto, pero no hace falta un ojo experto para saber que las secuencias con dinosaurios y su narrativa elusiva asustan a la taquilla. 

Shoplifters, su predecesora en Cannes, ejemplifica muy bien esta situación. Ambos filmes tocan un tema similar: la lucha de clases —vista a través de una familia— tras la consolidación del capitalismo occidental en oriente. Sin embargo, Shoplifters lo hace con un ritmo más pausado. A Parásitos no le da miedo poner el pie en el acelerador. En una magnífica secuencia de montaje, Bong Joon-Ho condensa 60 tomas diferentes en cinco minutos: es un eye candy con maestría cinematográfica. 

Bong Joon-Ho con la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Parásitos es un ejemplo antológico de la estructura clásica de los tres actos. Me atrevería a decir que, además del cine de Pixar, pocas películas recientes excelen así con la precisión de sus puntos de giro (ojo, no quiero decir que la estructura de los tres actos sea la única o mejor ruta para trazar una gran película, pero es innegable que, bien hecha, es la más popular).

También está lo obvio: es hilarante. Entre el revoltijo de géneros de Bong Joon-Ho, no sería polémico etiquetar a Parásitos principalmente como una comedia negra. Fácilmente podés apagar el cerebro y disfrutar de los momentos cómicos de Parásitos (además de histéricos, son bastantes) sin darle demasiada cabeza. 

El ascenso de Corea del Sur en la cultura popular 

Corea del Sur ya no se escucha tan exótico como antes. Los surcoreanos han sabido cómo colarse dentro del mercado internacional con entretenimiento, comida, estilo de vida, etc. El ejemplo más obvio es la irrupción del K-pop (pop coreano) en la cultura occidental (fenómeno muy curioso, ya que el K-pop nace, en parte, de una irrupción occidental en la cultura coreana). 

En el mismo plano cinematográfico, los surcoreanos vienen de una seguidilla de películas aclamadas: La doncella (2016), Train to Busan (2016) y Burning (2018). El mismo Bong Joon-Ho ya poseía filmes sonados como Okja (2017, primera película de Netflix en competir por la Palma de Oro en Cannes), El Huésped (2016), Mother (2009) y Snowpiercer (2013).

De la misma manera que el entretenimiento japonés entró en el inconsciente colectivo el siglo pasado, decir: “voy a ver una película surcoreana” ya no suena tan disruptivo como una iraquí, por poner un ejemplo antojadizo. 

‘Okja’ está disponible a nivel mundial en el catálogo de Netflix.

La lectura superficial es tan rica como la profunda

Parásitos es lo que es. Bong Joon-Ho lo tiene tan claro que no necesita ser excesivamente críptico en sus aspiraciones: todos lo pillamos más o menos por igual.

El filme encierra metáforas “evidentes”, como la de las escaleras —ese sube y baja por la pirámide social— pero las replica también en lo micro con buenas costumbres de dirección. Un ejemplo, entre tantos, es cuando Ki-Woo (alias Kevin) se le ocurre la idea de implantar a su familia en la casa de los Park. En esa escena, Ki-woo sale de la mansión por primera vez y la señora Park le menciona la dificultad de encontrar un profesor de arte para su hijo. Justamente ahí, Ki-woo empieza a bajar las escaleras, o sea, descender de vuelta a su estrato, pero la cámara se inclina para agarrarlo en un contrapicado con mucho cielo: él va para abajo, pero sus ideas apuntan hacia arriba. Aquí no hay subversión, solo un excelente uso de la cinematografía: el ascenso y descenso social se entiende tanto en las generalidades como en lo específico. 

Este refuerzo temático suena lógico pero no es tan sencillo de alcanzar. Parte del mérito está en exponer dos veces el mismo mensaje (uno a través de una metáfora sencilla y otro a través de la técnica formal) y que se sienta como un aporte enriquecedor y no como duplicidad de información. Repito: no es que está inventando el agua tibia, es que la está aprovechando con maestría para complacer desde el público en general hasta a la crítica especializada. 

Contexto socioeconómico 

En una entrevista para The Hollywood Reporter, se le preguntó a Bong Joon-Ho sobre las razones de la popularidad internacional del filme. Esta fue su respuesta: “Cuando hice Parásitos, fue como tratar de presenciar nuestro mundo a través de un microscopio. La película habla de dos familias opuestas, sobre los ricos contra los pobres, y ese es un tema universal, porque ahora todos vivimos en el mismo país: el del capitalismo “. Las clases medias-bajas de todo el mundo experimentan más o menos los mismos problemas. No hay ninguna razón para pensar que la historia de Parásitos no podría suceder mañana mismo aquí en Costa Rica. 

Con la incertidumbre del alza derechista, el clima político internacional también se presta para resaltar a Parásitos como una obra bandera. A ver, no es que se esté gestando una revolución social, pero tampoco es descabellado pensar que los seguidores de Bernie Sanders en Estados Unidos (ahora en año electoral) vean reflejadas en la película sus preocupaciones gubernamentales. 

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